16 junio, 2009

¿REVOLUCION VERDE, O GOLPE DE ESTADO?...


Los seguidores de Mahmoud Ahmadineyad y los de Mir-Husein Musavi se citaron hoy en las calles de Teherán para dejar aun más patente la polarización existente en la actual sociedad iraní. Lo que ocurre es que en la capital, tal como arrojaron incluso los polémicos datos oficiales de las pasadas elecciones, el reformismo es la opción mayoritaria. “Hace treinta años el sur hizo la revolución contra el norte, hoy es justo a la inversa”, reflexionaba un manifestante veterano mientras veía pasar frente a sus ojos una auténtica marea humana.

Las calles de la capital se mueven y parece que la vida política también. La chispa se ha encendido con la elección de un presidente, una de las pocas figuras que en Irán puede elegir el pueblo y que está absolutamente subordinada a instituciones más poderosas que no son de elección popular. Los iraníes han encontrado una puerta medio abierta en la sólida estructura del sistema y se asoman con una mezcla de vértigo y coraje a un futuro incierto. “Está en juego la República Islámica porque Mahmoud Ahmadineyad no ha respetado en sus cuatro años en el poder las normas establecidas”, asegura la ex viceministra de Medio Ambiente, Massumeh Ebtekar. Para la que fuera la primera mujer en ocupar un cargo de esta envergadura desde el triunfo de la revolución, “el reelegido Presidente no sabe conjugar Islam y democracia. Inclina la balanza hacia lo islámico y eso no es lo que creó Jomeini. Hay que buscar el equilibrio para que todo vuelva a la senda original”.
En los medios reformistas –los más importantes censurados en Irán- y especialmente en los canales iraníes vía satélite los analistas empiezan a calificar lo ocurrido el pasado viernes como un “golpe de estado de la Guardia Revolucionaria”, el auténtico poder en la sombra en el país y principal apoyo del actual Presidente. Este cuerpo paramilitar depende directamente de las órdenes del Líder Supremo, ayatolá Alí Jamenei, que es la cabeza de la pirámide dentro de un sistema basado en el principio de la máxima jurisprudencia religiosa (velayat al faqih) o guía espiritual.
Democracia islámica
Los reformistas insisten en la necesidad de volver al estatus quo previo a la era Ahmadineyad para calmar los ánimos de la población y seguir desarrollando el concepto de “democracia islámica” que persigue dejar la política en manos de los civiles y con cierto margen de autonomía.
Hashemi Rafsanyani, ex presidente del país y persona con gran influencia en el aparato ya que comparte responsabilidad máxima al frente de máxima figura del Consejo de Discernimiento y de la Asamblea de Expertos, se lo advirtió abiertamente al Líder Supremo antes de los comicios a través de una carta en la que se podía leer entre líneas los riesgos de la más que probable manipulación de los comicios. Su figura es el centro de los ataques más duros por parte de Ahmadineyad, que le acusa abiertamente de corrupción y de beneficiarse a cuenta del sistema, aunque nunca ha aportado prueba alguna. Y de momento, parece que Jamenei se ha decantado por Ahmadineyad, aunque sus ataques sean ataques directos contra uno de los pilares del sistema.
De la mano de Ahmadineyad, otra persona que aprovechó la campaña electoral para atacar a Rafsanyani fue el General Rahim Safavi, Jefe del Cuerpo de Guardianes de la Revolución, que le acusó de promover una especie de revolución de terciopelo en el país por medio de la figura de Mir-Husein Musavi y su conocida como “ola verde”.

La polarización en las calles es un reflejo de las fisuras y tensiones en la cúpula del régimen de los ayatolás. En treinta años la población iraní ha cambiado mucho y los ciudadanos reclaman que, de una vez, haya una menor fractura entre la sociedad real y el sistema político.

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