Maicon, en el primer gol del partido. (Foto: EFE)
Miguel A. Herguedas
Johanesburgo
Actualizado miércoles 16/06/2010 10:43
El calendario se remitía empecinado al otoño, pero este Mundial, el del fútbol pobre y los balones traviesos, vivió una jornada de crudo invierno en Ellis Park, donde el viento barrió las pelucas 'verdeamarelhas' y ni la más coqueta se atrevió a enseñar un centímetro de cintura. La noche gélida fue un duro golpe para los de la vieja escuela, esos marginales en el catálogo de Dunga que aún creen en el Brasil de toda la vida, en el equipo que debe hacer mucho más que ganar a Corea del Norte en una Copa del Mundo. Pero en este pícaro siglo XXI los resultados cargan de razones y el seleccionador puede seguir calentito con su jersey de cuello vuelto. Parece el signo de los tiempos. [Narración]
De nada sirvió que casi en el descuento Jong Tae-Se sacara dos disparos lejanos para empatar el partido y hacer saltar por los aires todos los pronósticos. Pitó el final Kassai y Dunga se marchó como unas pascuas, con la íntima satisfacción del deber cumplido. En la segunda parte habían marcado Maicon y Elano, ambos apuestas personales, ambos por la derecha, en las contadas acciones donde pudo imprimir algo de velocidad al juego. El triunfo ya se había amarrado en un partido de tonos grises, bufandas y guantes, donde Kaká pareció una estatua. Ya no se sabe si tiene pubalgia o juega con las botas cambiadas, pero de nuevo penó sobre el campo como hace unos meses en el Bernabéu.
El '10' de la 'canarinha' nunca encontró el sitio ante un rival entusiasta y corretón, pero sin ninguna maldad. Se plantó Corea del Norte con cinco hombres casi en el área, montó otra línea de tres a 15 metros de la frontal y logró hacerse respetar durante casi una hora. Soportó con buena cara las primeras bicicletas de Robinho, el primer disparo de Elano, el bullir de Luis Fabiano en las cercanías de la media luna. Templó los nervios y en una esquina de la tribuna, unos 40 aficionados desplazados por el régimen más autárquico del mundo, hacían sonar sus banderitas. 'Tac-tac-tac-tac', saludaban los patriotas. 'Tac-tac-tac-tac', en cada acelerón de Jong Tae-Se. Y es que apenas se había pasado el primer cuarto de hora cuando el delantero se dio el gusto de burlar a Juan y Bastos para probar las manos de Julio César.
Minuto a minuto el equipo de Kim Jong-Hun cargaba las pilas de moral. Quiénes mejor que los vasallos de Kim Jong-Il para mostrar al mundo entero lo que significa la disciplina. Si ni siquiera pueden elegir su ropa con libertad, cómo no iban a pelear cada pelota ante Melo y Gilberto Silva, demasiado lentos en la circulación. Brasil asediaba, pero casi nunca encontraba soluciones. En realidad, sólo creo peligro con las bicicletas de Robinho por la izquierda y con algún zapatazo cruzado de Maicon. El '11' se ha dejado barba y parece hasta un tipo respetable. El lateral, simplemente, compite con Alves como mejor del mundo en su puesto.
Porque no había llegada por fuera hasta que en el minuto 55, Maicon sorprendió por primera vez. Elano esperó con paciencia su subida y puso la pelota en el sitio idóneo. El disparo, por la corta, justo por el hueco que descuidó irreverente el portero, elevó el precio del traspaso al Real Madrid y serenó a los brasileños. Se oyó el eco de algún tambor en la grada, aunque no estaba la noche para jaranas. Luis Fabiano pifió algún remate y preludió el gol de Elano, inmediatamente relevado por su técnico. Brasil ya contaba con los tres puntos del debut. Ni siquiera se ruborizó con el tardío golazo de Ji Yun Nam, ni con los desesperados intentos de Jong Tae-Se. El pragmatismo ya había obtenido su premio.
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