HILACHAS DE HISTORIA: CICLON DE SAN ZENON Y RECONSTRUCCION DE UNA ISLA DEVASTADA.... (Harà menos de un año publiquè este post, de nuevo con Uds. ya que ayer 3 de septiembre se cumplieron 78 años de la destrucciòn de la isla de Santo Domingo de Guzmàn)....
Sin lugar a dudas el Ciclòn de San Zenòn que azotò la isla de Santo Domingo y dejó dejó a su paso más de 2 mil muertos y quince mil heridos, se constituyò por asì decirlo, en la zapata que ayudò al tirano Rafael Trujillo, a comenzar un gobierno que recièn iniciaba con un dominio de la situaciòn y entereza, dado a que se entregò en cuerpo y alma a la reconstrucciòn de la ciudad de Santo Domingo, que quedò totalmente devastada. Los vientos presagios de la tormenta en formaciòn, desencadenaron truenos y relàmpagos, lluvias torreciales y una menguante visibilidad en el Canal de la Mona, entre Puerto Rico y la Española. En Santo Domingo, antes del mediodia del 3 de septiembre, las temibles señales de una inminente devastaciòn se hicieron bastantes claras, el oscurecimiento del cielo, bajo y tètricamente amenazador; las precipitaciones de agua, que gradualmente fueron alcanzando el tono y el tempo del fuego de artillerìa: los àrboles, doblegados por los azotes del viento, que gemìan con voz queda y siniestra; el ocèano, que desde el sudoeste lanzaba contra la tierra enormes oleajes; la presiòn atmosfèrica decrecìa ràpidamente y oprimìa el cuerpo. Toda la naturaleza se revolvìa pronta a asestar el golpe. Poco antes del mediodìa, todo el terror de la tormenta se precipito sobre la capital. En apenas màs de una hora, la velocidad del viento habìa aumentado desde 105 kilòmetros por hora a algo màs de 218 kilòmetros, hasta alcanzar finalmente una velocidad estimada en unos 290 kilòmetros por hora.
En tierra, los silbantes vientos que azotaban desde el norte arrollaban ahora con increible potencia todo cuanto encontraban a su paso. Las copas de los àrboles eran arrancadas como si fueran capullos de pensamientos; àrboles enteros eran descuajados y arrojados lejos. volaban los techos y se desplomban o demolìan las paredes. Las viviendas de pobre construcciòn de los distritos obreros de Villa Duarte y San Carlos fueron deshechas o desaparecieron del todo. El asilo mental quedò destrozado y los enfermos que sobrevivieron, no màs dementes que los elementos, echaron a correr desesperadamente por las calles. El puente sobre el Ozama, el mas largo del paìs se hundiò en el rìo, con sus fuertes vigas entrelazadas como spaghettis. En el hospital de maternidad, al quedar destruìdos los techos, grandes planchas de zinc fueron arrrancadas y volaron por los aires como enormes cuchillos. Se encontraron cincuenta cadàveres de mujeres y niños decapitados o cortados en pedazos. La furia del temporal durò media hora.
De las 10,000 construcciones existentes en los lìmites de Santo Domingo al mediodìa, no quedaban sino 400 a las tres de la tarde. Los daños fueron de màs consideraciòn en los distritos pobres y en los barrios màs nuevos, convertidos ahora en un montòn de escombros. Lo que sobreviviò fue el corazòn de la ciudad vieja. Todo aquello que resonò con los pasos de los primeros conquistadores seguìa todavìa firme y sòlido. La ciudad quedò aislada por las inundaciones, el derrumbe de puentes y las pilas de àrboles caìdos. Ninguna embarcaciòn podìa anclar en el Ozama, completamente desbordado, obstruido por los escombros y bloqueado por una barcaza hundida, Faltaba luz y energìa elèctrica, y se carecìa de agua. Por lo menos 30,000 personas quedaron sin hogar. A las dos semanas del desastre, el presidente de la Cruz Roja y Auxilio Mèdico estimò en 2,000 el nùmero de muertos y en 6,000 el de los heridos, de los cuales 2,500 necesitaban ser hospitalizados.
Aturdidos por tanto horror, los sobrevivientes dieron comienzo a la tarea de extraer los muertos de los escombros. Aunque fue declarada la ley marcial, el gobierno apenas podìa actuar con un mìnimo de eficacia, puesto que el Palacio Presidencial, la Càmara de Diputados, el edificio del Departamento de Bomberos y las oficinas de los secretarios del Gabinete estaban total o parcialmente en ruinas.
Trujillo y el Gabinete se instalaron en la fortaleza Ozama. El Congreso dictò una ley de emergencia, por la que investìa a Trujillo con todos los poderes del Estado. Inmediatamente comenzaron a llegar ayudas desde San Juan, Cuba, Los Estados Unidos, la Cruz Roja Internacional, yHaitì .
Trujillo dio ahora muestras de superior energìa y capacidad de gobernante. Estaba en todas partes, estimulando, organizando y trabajando con los muchos expertos extranjeros que habìan acudido para ayudar en la recuperaciòn de la ciudad. Su primer acto fue ordenar que se despejaran y limpiaran las calles para evitar epidemias. Durante dìas, una luctuosa nube de humo estuvo suspendida sobre la ciudad, alta y sombrìa, atroz testimonio de cadàveres incinerados y de riqueza perdida....gradualmente fue retornando el orden. Lo que habìa sido destruìdo se reconstruyò, utilizando hormigòn en su mayor parte. Los Bancos suministraron generosa ayuda crediticia.
Al ceder la crisis provocada por el huracàn, dio principio la obra de la Era de Trujilllo y esa obra continuarìa inexorablemente, como el descenso de un vestisquero singularmente ràpido. Y lo mismo que el paso del vestisquero, dejarìa poco sin tocar y un paisaje nuevo por todas partes
Sin lugar a dudas el Ciclòn de San Zenòn que azotò la isla de Santo Domingo y dejó dejó a su paso más de 2 mil muertos y quince mil heridos, se constituyò por asì decirlo, en la zapata que ayudò al tirano Rafael Trujillo, a comenzar un gobierno que recièn iniciaba con un dominio de la situaciòn y entereza, dado a que se entregò en cuerpo y alma a la reconstrucciòn de la ciudad de Santo Domingo, que quedò totalmente devastada. Los vientos presagios de la tormenta en formaciòn, desencadenaron truenos y relàmpagos, lluvias torreciales y una menguante visibilidad en el Canal de la Mona, entre Puerto Rico y la Española. En Santo Domingo, antes del mediodia del 3 de septiembre, las temibles señales de una inminente devastaciòn se hicieron bastantes claras, el oscurecimiento del cielo, bajo y tètricamente amenazador; las precipitaciones de agua, que gradualmente fueron alcanzando el tono y el tempo del fuego de artillerìa: los àrboles, doblegados por los azotes del viento, que gemìan con voz queda y siniestra; el ocèano, que desde el sudoeste lanzaba contra la tierra enormes oleajes; la presiòn atmosfèrica decrecìa ràpidamente y oprimìa el cuerpo. Toda la naturaleza se revolvìa pronta a asestar el golpe. Poco antes del mediodìa, todo el terror de la tormenta se precipito sobre la capital. En apenas màs de una hora, la velocidad del viento habìa aumentado desde 105 kilòmetros por hora a algo màs de 218 kilòmetros, hasta alcanzar finalmente una velocidad estimada en unos 290 kilòmetros por hora.
En tierra, los silbantes vientos que azotaban desde el norte arrollaban ahora con increible potencia todo cuanto encontraban a su paso. Las copas de los àrboles eran arrancadas como si fueran capullos de pensamientos; àrboles enteros eran descuajados y arrojados lejos. volaban los techos y se desplomban o demolìan las paredes. Las viviendas de pobre construcciòn de los distritos obreros de Villa Duarte y San Carlos fueron deshechas o desaparecieron del todo. El asilo mental quedò destrozado y los enfermos que sobrevivieron, no màs dementes que los elementos, echaron a correr desesperadamente por las calles. El puente sobre el Ozama, el mas largo del paìs se hundiò en el rìo, con sus fuertes vigas entrelazadas como spaghettis. En el hospital de maternidad, al quedar destruìdos los techos, grandes planchas de zinc fueron arrrancadas y volaron por los aires como enormes cuchillos. Se encontraron cincuenta cadàveres de mujeres y niños decapitados o cortados en pedazos. La furia del temporal durò media hora.
De las 10,000 construcciones existentes en los lìmites de Santo Domingo al mediodìa, no quedaban sino 400 a las tres de la tarde. Los daños fueron de màs consideraciòn en los distritos pobres y en los barrios màs nuevos, convertidos ahora en un montòn de escombros. Lo que sobreviviò fue el corazòn de la ciudad vieja. Todo aquello que resonò con los pasos de los primeros conquistadores seguìa todavìa firme y sòlido. La ciudad quedò aislada por las inundaciones, el derrumbe de puentes y las pilas de àrboles caìdos. Ninguna embarcaciòn podìa anclar en el Ozama, completamente desbordado, obstruido por los escombros y bloqueado por una barcaza hundida, Faltaba luz y energìa elèctrica, y se carecìa de agua. Por lo menos 30,000 personas quedaron sin hogar. A las dos semanas del desastre, el presidente de la Cruz Roja y Auxilio Mèdico estimò en 2,000 el nùmero de muertos y en 6,000 el de los heridos, de los cuales 2,500 necesitaban ser hospitalizados.
Aturdidos por tanto horror, los sobrevivientes dieron comienzo a la tarea de extraer los muertos de los escombros. Aunque fue declarada la ley marcial, el gobierno apenas podìa actuar con un mìnimo de eficacia, puesto que el Palacio Presidencial, la Càmara de Diputados, el edificio del Departamento de Bomberos y las oficinas de los secretarios del Gabinete estaban total o parcialmente en ruinas.
Trujillo y el Gabinete se instalaron en la fortaleza Ozama. El Congreso dictò una ley de emergencia, por la que investìa a Trujillo con todos los poderes del Estado. Inmediatamente comenzaron a llegar ayudas desde San Juan, Cuba, Los Estados Unidos, la Cruz Roja Internacional, yHaitì .
Trujillo dio ahora muestras de superior energìa y capacidad de gobernante. Estaba en todas partes, estimulando, organizando y trabajando con los muchos expertos extranjeros que habìan acudido para ayudar en la recuperaciòn de la ciudad. Su primer acto fue ordenar que se despejaran y limpiaran las calles para evitar epidemias. Durante dìas, una luctuosa nube de humo estuvo suspendida sobre la ciudad, alta y sombrìa, atroz testimonio de cadàveres incinerados y de riqueza perdida....gradualmente fue retornando el orden. Lo que habìa sido destruìdo se reconstruyò, utilizando hormigòn en su mayor parte. Los Bancos suministraron generosa ayuda crediticia.
Al ceder la crisis provocada por el huracàn, dio principio la obra de la Era de Trujilllo y esa obra continuarìa inexorablemente, como el descenso de un vestisquero singularmente ràpido. Y lo mismo que el paso del vestisquero, dejarìa poco sin tocar y un paisaje nuevo por todas partes
Datos: "Trujillo, La tràgica aventura del poder personal"
Robert D. Crassweller.
ciclon san zenon remembranzas
Robert D. Crassweller.
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