19 octubre, 2008

UN POCO DE REALISMO NO HACE MAL...


Guillermo Almeyra
Esta crisis, antes que nada, no es sólo financiera, es también general y, además, es una crisis de confianza en el sistema y en los dirigentes del mismo. También es mucho más grave que la de los años 30, porque entonces la mayoría de la humanidad vivía en el campo y tenía amplios márgenes de autoconsumo o de supervivencia, mientras hoy vive en las ciudades, pero con empleos inseguros y un nivel de consumo aún más incierto. Por eso la crisis no se resuelve dando dinero a los bancos o nacionalizándolos. El problema real consiste en que la gente común reduce sus consumos y busca ahorrar, porque teme por su trabajo y, por consiguiente, hay fábricas que despiden trabajadores porque venden menos, lo cual aumenta el temor y la inseguridad de los que aún mantienen su empleo, alimentando así la espiral de la crisis.

Se les ha dado dinero a los bancos, pero no se les ha devuelto su casa a quienes la perdieron, y los bancos podrán quizás ofrecer nuevamente créditos, pero los industriales y los comerciantes no pensarán en aumentar su actividad si ven que sus ventas disminuyen.

La euforia en las bolsas de todo el mundo después del anterior derrumbe preludia, por eso, otra caída, ya que no se trata de salvar al sector financiero sino de impulsar la producción y el consumo de masas. Y no se puede contar con que Estados Unidos nacionalice también la General Motors, la Ford, la General Electric y demás grandes empresas, y garantice además un ingreso real a todos sus habitantes (por no hablar de los de otros países, que están interrelacionados con Estados Unidos).

La crisis continuará y requerirá del capitalismo medidas más serias que el entierro inglorioso de sus políticas y teorías neoliberales sobre el market first y la necesidad de un Estado fantasmal. El precio del petróleo caerá, sin duda, algo más, pero no volverá a ser el de antes porque no depende sólo de la especulación sino de la economía real, y la confianza y capacidad de compra de los consumidores no reaparecerán si el empleo no está garantizado y si el capitalismo no se sigue esforzando por rebajar los salarios reales de los trabajadores y eliminar, si es posible, sus salarios indirectos y diferidos (pensiones, jubilaciones, derechos sociales).

Partiendo del hecho de que Barack Obama muy probablemente será el próximo presidente estadunidense y de que todos han asistido a una excelente lección sobre lo que es el capitalismo, al ver cómo se hace una vez más que los trabajadores paguen a banqueros descarados que siguen dándose la gran vida una vez quebrados y rescatados, nos encontramos entonces ante la inevitabilidad de un gran cambio en la política estadunidense. ¿Nos enfrentaremos a un neokeynesianismo, a una versión light del New Deal de Franklin D. Roosevelt, con apoyo sindical, impuestos a los ricos, seguro social y exención de impuestos a los pobres y obras públicas o, por el contrario, a un régimen fuerte y nacionalista, con una política exterior agresiva que intente soldar lo más atrasado, conservador y nacionalista de los trabajadores estadunidenses con los imperialistas del establishment? Ojo que, en el primer caso, podrían ir aparejados el fin del TLCAN, como plantean los sindicatos, con medidas restriccionistas y políticas xenófobas, y el imperialismo estadunidense no se encerraría en el continente. Entre otras cosas, porque Estados Unidos no podría salir de la crisis sin el sostén activo de China, que tiene dos billones de dólares en reservas, ingentes inversiones en empresas estadunidenses, cientos de miles de millones en bonos del Tesoro y en hipotecas tóxicas del Gran Enfermo… Ojo también que, en el segundo caso, a juzgar por las posiciones electorales de Obama, Estados Unidos iría a un choque con Rusia por la extensión de la OTAN a Georgia y Ucrania, a un nuevo Irak, pero en Afganistán, junto a China y Rusia, e incluso a una aventura en Irán, o sea, a una política insostenible sin la militarización general de los ciudadanos de Estados Unidos.

Para América Latina la política más sensata, en ambos casos, consistiría en poner en común esfuerzos, finanzas y recursos, trabajar por el máximo de complementarización posible de sus economías, negociar como bloque con las grandes trasnacionales y las grandes potencias y, sobre todo, mantener y elevar los consumos, crear trabajo, llevar a cabo grandes planes sanitarios, de construcción de viviendas populares, de educación, crear infraestructuras. Si las grandes empresas, que son extranjeras, decidiesen cerrar o suprimir personal, habría que estatizarlas y hacerlas funcionar bajo la administración de sus obreros, como hizo Cárdenas con las petroleras, y el trabajo debería ser distribuido entre todos sus empleados, manteniendo los salarios aunque el horario laboral se redujese.

En una palabra: la crisis es una ocasión para el desarrollo, a condición de que no la paguen los trabajadores sino los capitalistas que la provocaron. Además, aunque China no va a dejar caer el capitalismo en el cual se ha instalado, no es forzoso que se dedique sólo a salvar a Estados Unidos, porque sus intereses podrían llevarla a encontrar en el patio trasero de éste, si el mismo fuese prometedor, un campo de competencia y de desarrollo. ¿Qué otra cosa hizo Estados Unidos, en los años 20, frente al capital inglés predominante entonces en nuestro continente?

Antonio Gershenson gershen@servidor.unam.mx
Contra la crisis en el mundo… y aquí
El domingo pasado llegamos a las reuniones internacionales de ese fin de semana y posibles consecuencias; en el plano nacional, a la nueva refinería de Pemex y otras medidas oficiales, pero contrarias a la hasta entonces política oficial anunciada.
Las medidas adoptadas a raíz de dichas reuniones, algunas de las cuales ya estaban en práctica total o parcialmente en varios países, incluyeron: garantías para los préstamos interbancarios y préstamos a los bancos en grandes cantidades; el dinero que se aporta en apoyo de un banco se canjea por acciones del banco, de las cuales por lo menos una parte son títulos con derecho a voto y a la parte proporcional de la propiedad del banco. Esto implicó que, por lo pronto, dos de los mayores bancos ingleses quedaron controlados por el gobierno, además de los hechos informados en artículos anteriores. En el caso europeo y en otros, hubo otras medidas, como poner un techo al ingreso de los directivos de los bancos. Se usa el término recapitalización para abarcar varias de estas medidas. Se sigue hablando en reuniones de mandatarios sobre la necesidad de una reunión mundial para las nuevas reglas. Francia, Inglaterra, España e Italia anunciaron programas de rescate que incluían compra de acciones de los bancos afectados por el Estado.

En Estados Unidos las medidas adoptadas fueron similares. Se prefiere el término recapitalización. No en todos los casos se dice claramente, pero va trascendiendo que el gobierno se quedará con parte de las acciones de los bancos. Se ha dicho que esas medidas estaban ya en una ley: cuando se “rebotó” en la cámara de diputados (o representantes, que es el término usado allá) la solicitud del gobierno de grandes cantidades de dinero para el “rescate” de los bancos que lo requirieran, se habló de “cambios menores” que permitieran que esto, ya en forma de ley, fuera aprobado en un segundo intento por esa misma cámara, y lo fue. Pero parece ser que la razón para que decenas de diputados cambiaran su voto no fueron “cambios menores” sino reglas que ahora se empiezan a aplicar, incluyendo que el gobierno adquiera acciones de los bancos “rescatados”. En Estados Unidos, como lo hace notar un diario de ese país, se evita la palabra “nacionalización”, aunque las medidas sean las mismas que en Europa, donde no hay ningún temor a usarla.

Todas estas medidas, sin embargo, no fueron suficientes para estabilizar la situación, por lo menos en lo inmediato. Después de una fuerte recuperación inicial en las bolsas, hubo nuevas caídas, algunos ascensos, pero no estabilidad.

Al mismo tiempo que avanzaba este proceso, los dirigentes de la mayoría demócrata en la cámara de diputados discutieron, con economistas de primer orden, la forma de desarrollar una nueva propuesta para impulsar la economía mediante un mayor gasto en obras públicas, en los sistemas de salud para los estados, en el aumento en los pagos por desempleo y más ayuda para alimentos, entre otros elementos. Pero la intención no es convocar al Congreso a un periodo extraordinario, pasadas las elecciones, para considerar este plan. ¿Para qué arriesgarse a un veto del actual gobierno? No, sobre la base de esta nueva propuesta se convocará a audiencias o foros para escuchar ideas y tratar de alcanzar un consenso. Algunos señalaban que en el muy probable caso de que Obama ganara las elecciones, al llegar al poder en enero se encontraría con el trabajo ya avanzado, sumaría sus ideas y podría lanzar un “segundo programa de recuperación económica”.

¿Y la reunión del G-20? Pasó al segundo plano de la atención de los medios de información, pero ahí sucedieron cosas que debemos tener presentes. Se tendrá una nueva reunión en noviembre, en Sao Paulo, para avanzar en los cambios necesarios en la regulación, la supervisión y el funcionamiento de conjunto del sistema financiero internacional. También se buscará que el G-20 tenga facultades necesarias para dar respuesta rápida a situaciones críticas. Habrá que ver, para entonces, qué tanto avance habrá tenido la nueva empresa estatal petrolera brasileña conocida informalmente como Petrosal. También, a qué punto haya avanzado la integración formal del Banco del Sur.

En México, aunque quedan cosas por definir, hay indicios de que ya fracasaron los intentos de refinerías privadas, de asociación con trasnacionales para perforar en aguas profundas y de las llamadas filiales en las que se quiso pulverizar a Pemex. Problemas como los relacionados con el contratismo siguen en pie. Pero también se debe definir más en detalle lo de la nueva refinería. Un documento oficial plantea “establecer un programa de gasto adicional en infraestructura por 65.1 miles de millones de pesos, que incluye el inicio de una refinería de Pemex”. Como se trata de que con esta obra se reactive la economía nacional, de nada serviría un plan en el que se pasen todo el año haciendo proyectos y trabajo de escritorio. Se deben dar, y el presupuesto debe trazar los lineamientos y plazos gruesos, por lo menos una serie de pasos:
Ubicación de la localidad para la refinería, y si no se tiene ya, adquisición del terreno a utilizar. En una segunda etapa, que debe empezar pronto para que influya en la economía de este año, se debe, en su caso, aplanar el terreno y construir la barda perimetral, pasos que no requieren proyectos detallados todavía. Luego, ya con proyectos generales que se elaboraron paralelamente a las primeras obras, se deben ubicar los principales edificios y construcciones y empezar a trabajar en ellos. Todo esto es básicamente obra civil, que se puede hacer en México y con materiales totalmente nacionales, como se hicieron, por ejemplo, los segundos pisos del Periférico, en los que se usaron grandes bloques prefabricados. Estamos señalando toda una primera parte que no requiere tecnologías que se puedan atribuir a trasnacionales, probablemente en etapas posteriores tampoco, pero hasta aquí, es obvio. Y que no nos vengan con cuentos de que se necesitan ocho o diez años.
Habrá que dar seguimiento a todo el proceso de construcción e instalación de la refinería. Con obras muy importantes, se han estado dando largas al asunto y ahí se van quedando.
Foto: Fuente externa


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