06 abril, 2010

VIAJE AL CORAZÓN DEL DILUVIO UNIVERSAL EN RIO DE JANEIRO...




Un grupo de hombres retira los escombros de una casa en una favela de Río. Luis Tejero
'Esto no es seguro, otras casas pueden venirse abajo', advierten en una favela
'Salí del trabajo a las 19.00 y llegué a las 02.00', explica una trabajadora
'Nunca había visto tan alta la laguna Rodrigo de Freitas', admite un taxista

Luis Tejero (Corresponsal) Río de Janeiro
Actualizado martes 06/04/2010 17:35 horas
Cinco cadáveres yacen junto a los neumáticos de una furgoneta de bomberos. A su alrededor, decenas de personas se apiñan silenciosas para curiosear entre lo poco que queda de las precarias construcciones donde dormían los fallecidos. Nadie llora. Viviendo como viven en una favela de la zona norte de Río de Janeiro, ni siquiera las mayores lluvias que recuerdan son suficientes para impresionarles a estas alturas.
Es mediodía y el agua lleva casi 24 horas desplomándose sobre la capital fluminense. Lo peor ya ha pasado: según el alcalde, Eduardo Paes, entre la tarde-noche del lunes y la mañana del martes se superó el anterior récord de precipitaciones registrado en 1966. Y con efectos catastróficos: más de una treintena de muertos en la ciudad y cerca de un centenar en todo el estado.

En la zona sur, los efectos de la lluvia se dejan notar sin grandes destrozos en torno a las playas de Copacabana, Ipanema y Leblon. Pero la historia cambia al dirigirse al norte a través de la laguna de Rodrigo de Freitas. Allí, el agua ha mudado su habitual color azul por un marrón amarillento y ha llegado a subir un metro de altura, hasta anegar las avenidas que rodean el inmenso estanque a los pies del Cristo Redentor.
"Nunca había visto la laguna tan alta", se sorprende Timoteo, un taxista carioca que lleva décadas recorriendo la ciudad. "No podéis seguir por aquí", le interrumpe un agente de policía. "Tenéis que dar la vuelta, por allí arriba está todo inundado".
Arcilla, basura y derrumbamientos
Tampoco resulta fácil desplazarse al otro lado del cerro del Corcovado. En el barrio de Catumbi, montones de arcilla y basura se acumulan en las calles y de vez en cuando los árboles caídos cortan el paso a los vehículos. "Si no fuera por ese callejón de allí, nos habríamos quedado atrapados", explica una residente del lugar al tiempo que observa cómo una excavadora intenta retirar los obstáculos del asfalto.

A unos cientos de metros, en Río Comprido, la escena resulta chocante. Mientras la multitud contempla los estragos causados por el temporal, cuatro policías militares avanzan cubriéndose entre los coches y empuñando sus fusiles. Ni siquiera en un día como éste se fían de los narcotraficantes que imponen su ley en las favelas que aún no han sido 'pacificadas' por el Batallón de Operaciones Especiales (Bope).

Ajena a la incursión de los agentes, Flávia prefiere echar un vistazo a la zona montañosa y prevenir a sus amigas. "Estas otras casas pueden venirse abajo en cualquier momento. No es seguro quedarse aquí", advierte la veinteañera, habitante de una de las favelas más afectadas por las lluvias.

Hacia el centro de Río, aún quedan restos del 'tsunami' urbano que unas horas antes prácticamente llegó a sumergir bajo las aguas la Praça da Bandeira. "Cuando pasé por aquí de madrugada, esta plaza era un mar", recuerda el taxista.
Y lo ratifica desde su puesto de trabajo Gloria, una joven que la noche anterior atravesó un calvario para llegar desde su oficina hasta el barrio de Méier, un trayecto que habitualmente recorre en poco más de media hora. Pero el lunes no fue un día normal en la futura sede olímpica: "Salí a las siete de la tarde y no conseguí llegar a casa hasta las dos de la madrugada", relata.

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