16 noviembre, 2009

2012: TODO EXPLOTA Y SE SALE DE LAS PANTALLAS PERO NO DE LOS CLICHÈS....

Santiguarse o ser clérigo católico, condición de riesgo en esta película apocalíptica
Roland Emmerich está reventando taquillas con su película catastrofista y apocalíptica, que suma todos los clichés imaginables del género, y sin vergüenza intenta que el espectador los olvide a golpe de efectos especiales y explosiones cataclísmicas, que nos mantienen agarrados a la butaca con miedo a ser engullidos por la falla de San Andrés, un tsunami en el Himalaya, un volcán en Yellowstone o un mal paso al borde de uno de tantos abismos.

Los protagonistas y sus múltiples vehículos (limusinas, autocaravanas, avionetas, un avión Antonov ruso de motores escacharrados, un coche de lujo, y unas arcas colosales) chocan con todo tipo de obstáculos, aceleran por autopistas que se hunden bajo sus pies, saltan precicipios imposibles, esquivan edificios que caen como piezas de dominó y corren más que las bolas de fuego de los volcanes. Es muy emocionante, muy impresionante, pero la gente en el cine se ríe. El público quiere creer que es un homenaje, o una parodia, o quizá incluso una autoparodia, pues a Emmerich le gusta destruir el mundo y la civilización, como demostró en "Independence Day" y en "El Día de Mañana".
La película es entretenida sin duda, y vale su precio en palomitas, pero los clichés alcanzan la apoteosis y no sale a cuenta dar nombres propios a los personajes. El sabio y sensible presidente negro de Estados Unidos (no, no imita a Obama, imita a Morgan Freeman en "Deep Impact"), el científico joven y brillante que tiene que convencer a los militares, que obviamente se desentienden de la gente normal, el separado que intenta recuperar a su mujer y sus dos hijos desvinculados emocionalmente de él (todos clonados de los protagonistas de "La Guerra de los Mundos", de Spielberg)...

Hay momentos que pueden ser graciosos. El gobernador de California, Arnold Terminator, asegura en televisión que "lo peor de los terremotos ya ha pasado"... "¡No le hagáis caso, es un actor, lee su papel!", dice el protagonista, justo antes de que California sea engullida por la falla más abisal de la historia de los efectos especiales.

En otra ocasión, el cirujano plástico que está viviendo con la ex-esposa del protagonista le dice a ésta en el supermercado: "siento que algo nos separa". Y en ese momento se abre una grieta enorme en el suelo entre ellos dos. Parece claro que "poderes superiores" quieren devolver la mujer a su verdadero esposo.

Se ha hablado mucho de si la destrucción del Vaticano es una señal de anticatolicismo del director, quien a su vez hizo algunas declaraciones poco respetuosas. Pero se puede ver en positivo. Mientras todos los líderes mundiales corren a esconderse en las arcas secretas preparadas para los selectos, el Papa y los cardenales se quedan con su pueblo, rezando el Rosario en la Plaza de San Pedro. ¡Se queda también el Presidente de Italia, con su familia, su señora rezando con mantilla!

Vuela todo por los aires y la cúpula de Bernini rueda como un trompo aplastando pobres italianos católicos. Pero yo no le veo una especial malignidad. ¡También se rompe el obelisco masónico de Washington! Y al presidente de Estados Unidos, que es un buen tipo y se ha quedado con su pueblo, le cae encima un portaaviones.


Sí se puede aducir que así como el guionista salva al menos a un simpático monje budista tibetano, del clero católico no se ve salvarse a nadie, y ya se sabe que se necesita al menos un obispo a salvo para poder perpetuar la Iglesia por la sucesión apostólica. Hay además cierta insistencia al mostrar la destrucción del Cristo de Rio de Janeiro.

Por otra parte, cuando el presidente de EEUU empieza a rezar el Salmo 23, como una oración ecuménica, no le dejan pasar de "El Señor es mi pastor"; no se llega ni al "nada me falta". No hay tiempo para un salmo, pero sí lo hay para fragmentos enteros de una mala novela de ciencia ficción, que el científico listo lee en diversas ocasiones, párrafos que aportan poco.

A todo esto, hay que añadir que en esta película, por lo general, quien se santigüe (sea a la manera católica o a la ortodoxa) muere, mientras que quien se limita a ser vagamente deísta se salva.

En cualquier caso, las películas catastrofistas de Emmerich son mucho más optimistas y humanistas que las de su rival, Michael Bay (Armaggedon, Pearl Harbor, La Isla, Transformers 2). Para Michael Bay, las mujeres son solo escaparates sexuales, y los hombres, sacos de testosterona. En sus apocalipsis muere menos gente, pero tampoco es "gente" que valga mucho la pena, son maniquíes sin personalidad ni alma.

En cambio, Emmerich puede exterminar el 99% de la humanidad, pero los que quedan se preocupan por ser humanos, se hacen preguntas profundas (aunque sin exagerar: sería malo para las palomitas), los hombres intentan ser decentes, y las mujeres son esposas y madres. Valoremos, en fin, lo que tenemos, pues "no sabemos cuándo será el día ni la hora".



2 comentarios:

Anónimo dijo...

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of flower gardens. Wear disposable gloves to keep from directly touching feces.

Cardboard mulch is very uncommon in Los Angeles, California and other parts of the country.


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Anónimo dijo...

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