02 agosto, 2007

EL DR. BAEZ ACOSTA Y SU "DESCUBRIMIENTO" DE UNA VACUNA CONTRA EL SIDA


Al Dr. Baez Acosta lo que han querido crucificar por haber dicho tener la fòrmula de una vacuna que cura el Sida. Si observamos el esfuerzo que grandes cientìficos de todo el mundo estàn en esa tarea, todavìa sin èxito alguno, sòlo con algunos medicamentos paliativos que puede frenar el progreso de esta terrible enfermedad, nos mostramos escépticos cuando aquì en este paìs por demàs subdesarrollado escuchamos a un mèdico decir lo que con mucha seguridad de si mismo proclama.

Creo que no debe actuarse precipitadamente, y dejar que siga con sus experimentos siempre y cuando no venga a ser que el descubrimiento (vacuna) sea peor que la enfermedad.

Lo que si consideramos fuera de toda lògica, es algo que ha dicho, como lo de la revelaciòn de Dios, y esas cosas de la divinidad que està afirmando, por eso muchas personas entra ellas esta servidora piensan que el psiquiatra, necesita un psiquiatra, como en verdad a veces sucede, de tantos pacientes con sus problemas existenciales que les consultan, a veces ellos mismos acaban por ser pacientes... pero nada quita que por esas cosas de la casualidad, haya puesto su granito de arena en la bùsqueda del remedio definitivo que acabe con esta terrible enfermedad.

Por tal razòn hemos recopilado un resumen que me llamò mucho la antenciòn, y espero que a Uds. tambièn...todo es posible en la Viña del Señor; leamos:

Casualidad, inspiración y descubrimientos científicos.
El lado subjetivo de la Ciencia.
Resumen de una exposiciòn.
Autor: Antonio Garcia Carmona

Es bien es sabido que el trabajo científico se caracteriza por un meticuloso proceso formal, denominado método científico, en el que se establece con antelación, y de forma explícita, lo que se desea estudiar, así como los resultados que se esperan obtener. Sin embargo, no son pocos los descubrimientos científicos que, a lo largo de la historia, han surgido de manera fortuita o inesperada. En efecto, si hacemos un análisis histórico del desarrollo científico, observamos que su evolución ha estado -y, por supuesto, sigue estándolo- cargado de connotaciones subjetivas (circunstancias sociales de cada época, situación anímica y psicológica de los científicos, el azar, etc.), que han influido de manera decisiva en su construcción.

Un buen ejemplo lo constituye el descubrimiento de la radiactividad. En 1896, el físico francés Henry Becquerel observó que una placa fotográfica envuelta en un papel negro, que guardaba en un cajón junto a un frasco que contenía sales de uranio, se había ennegrecido como si hubiese sido impresionada. Descubrió así, de forma casual -y sin propósito alguno-, que los núcleos de los átomos de ciertos elementos son capaces de emitir, espontáneamente, radiaciones que provocan su transformación en átomos de otros elementos. Aún cuando Becquerel había realizado otras múltiples investigaciones, a las que dedicó gran parte de su vida y entre las que destacan sus trabajos sobre la fosforescencia (1882), el espectro infrarrojo (1883) y la absorción de luz por cristales (1886), fue el descubrimiento de la radiactividad lo que le hizo un físico célebre. Este artículo destaca la importancia de algunos aspectos subjetivos, como la casualidad o la inspiración de los científicos, en la construcción y desarrollo de la Ciencia. Expone, al respecto, algunos de los descubrimientos científicos más relevantes de la historia de la Ciencia, que vieron la luz por pura casualidad o gracias a la gran creatividad de los científicos.

Fruto de la casualidad fue también uno de los grandes hitos de la historia de la medicina: el descubrimiento de la penicilina. En septiembre de 1928, mientras trabajaba en el Mary’s Hospital de Paddington de Londres, el bacteriólogo escocés Alexander Fleming descubrió, de manera casual, que las secreciones del hongo Penicilium notatum destruían las colonias de estafilococos, las bacterias responsables de las infecciones en las heridas. Fleming, sin embargo, no emplearía la palabra penicilina hasta el 7 de marzo de 1929 y el resultado de sus investigaciones no se publicaría hasta el 10 de mayo de ese mismo año. Se trató, pues, de otro gran descubrimiento, que se cruzó en el camino de este científico cuando sus investigaciones se encauzaban por otros derroteros.

Finalmente, en 1902, a los cuarenta y cinco meses de haber anunciado los esposos Curie la probable existencia del radio, Marie obtuvo la victoria: había logrado, al fin, preparar un decigramo de radio puro, y había determinado el peso atómico del nuevo elemento. Los químicos tuvieron que rendirse ante la evidencia de los hechos. A partir de aquel momento el radio existía oficialmente.

Purificado en forma de cloruro, el radio aparecía como un polvo blanco similar a la sal de mesa; pero sus cualidades eran extraordinarias. La intensidad de sus radiaciones sobrepasaron todo lo esperado, pues era dos millones de veces mayor que la del uranio. Los rayos que despedía atravesaban las sustancias más duras y más opacas, y solo una gruesa plancha de plomo era capaz de resistir su penetración destructora.

El último y más maravilloso milagro era que el radio podía convertirse en un aliado del hombre en su lucha contra el cáncer. Tenía pues, una utilidad práctica, y su extracción había dejado de tener un simple interés experimental. Iba a nacer la industria del radio.

Son, todos los que acabamos de exponer, ejemplos de los numerosos descubrimientos científicos que, a lo largo de la historia, se han producido de forma casual; lo cual, en absoluto resta mérito alguno a sus descubridores. Y es que, retomando unas palabras de Albert Einstein:

«La Ciencia, como algo existente y completo, es la cosa más objetiva que puede conocer el hombre. Pero la Ciencia en su construcción, la Ciencia como un fin que debe ser perseguido, es algo tan subjetivo y condicionado psicológicamente por las circunstancias de cada situación como cualquier otro aspecto del esfuerzo humano»
En definitiva, y para concluir con esta reflexión, podemos adaptar una célebre frase de Ortega y Gasset (1) , al ámbito científico, y afirmar que la Ciencia no es sólo Ciencia en el sentido más estricto y objetivo de la palabra, sino que también posee una parte intrínseca importante, que viene marcada por las circunstancias en que ésta se produce y desarrolla; entre los que cabe destacar la casualidad y el grado de inspiración de los científicos.(1) Yo, soy yo y mis circunstancias...

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