Parte y contraparte de la Repùblica Dominicana actual. Luces y sombras en la protagonizaciòn de una naciòn como la nuestra, de su propia triste historia. De su propia tràgica historia. De su propia y por què no, esperanzadora historia.
Parece como si fuera una procesiòn de luto y macabra, los niños que desandan las calles de Santo Domingo. Sucios, harapientos, drogàndose con cemento. No conocen papà, ni mamà, ni hermanos, ni trato de gente. Duermen donde les coja el sueño: un banco del parque, la acera, un zaguàn que encuentran abierto o preferiblemente las cuevas del malecón. Antisociales por naturaleza, ¿Còmo van a querer una sociedad que ha sido tan impìa con ellos? Treinta, cincuenta, sesenta mil (¿?) jamàs se sabrà su nùmero. Caòtico, lamentable, ¡vergonzante!.
Los ancianos. Los que han tenido la excelente fortuna de sobrepasar la edad adulta y ver, con su salud acerado o tambaleante, no importa, sus septuagèsima dècada, sus ochentaitantos, son maltratados. No hay respeto. No se les considera, deficientes las instituciones de servicios para los envejecientes.
Las culles son un peligro pùblico. Hay calles en que proliferan los policìas acostados, (y no dizque los iban a demoler para ahorrar gasolina), todavìa lo estamos esperando-. Parecen generales, sin control. En otras, que debìa haber no los hay ni por asomo. Los hoyos frutos de un latrocinio pùblico irresponsable convierten el andar por nuestras calles en un verdadero peligro.
Ni decir de la renuencia al trabajo honrado. Hombres jòvenes, en edad productiva, fuertes, prefieren tirar por un barranco el machete y la azada para ver a "buscàrsela" a como sea en la capital, y si pueden màs, las yolas, expreso de indocumentados, estàn ahì.
Y si es en el renglòn de la salud pùblica y su centro principal los recintos hospitalarios la situaciòn se pone color de hormiga. No hay garantìa ninguna para la salud a nivel de pueblo. Desorganizaciòn, improvisaciòn, macuteo, abuso con los infelices pacientes. Si es el costo de las medicinas inalcanzables. Si es el servicio de los asegurados, en seguros particulares que se sepa, pèsimo, y nos referimos al trato paciente-mèdico (hospital pùblico) paciente-enfermera es verdaderamente lamentable-
Y si hablar de las càrceles vamos aquello es de miedo. Los recintos carcelarios se han concebido como reeducadores de las asociales. La sociedad, se supone, no pretenda desquitarse del delincuente ya que el mal, y la violaciòn a la ley està hecho, en fin salen peor que como entraron; o no estàn en ellas los que deben estar, o los que estàn si tienen influencia, entièndase $ duran muy poco en el chiquero, y ¡Oh! misterio escapan con una facilidad envidiable.
La poca conciencia y el poco amor que tiene y siente el dominicano, al parecer, por los àrboles es inconcebible. Aquì se cortan àrboles en plena ciudad, en los patios y jardines y en los bosques ni digamos. ¿Es que se le tiene ese amor tan grande al ardiente y calcinante sol?
El problema de la energìa elèctrica no se resuelve, apenas mejora un poco. El problema del agua que ni se resuelve ni se mejora: y asì, de luto, pasan como una procesiòn fùnebre mil cruces por el corazòn de todos, que como ciegos parece no darnos cuenta.
Pero como siempre, junto a la desesperanza hay un destello de luz. Junto al llanto, una sonrisa, detràs de nuestras llagas, se atisban, segmentos en el pueblo, que estàn sanos, libres de la podredumbre y la maldad.
Todavìa hay personas solidarias con el dolor ajeno, capaces de la entrega y el servicio desinteresado hasta el sacrificio. La flor de la generosidad no ha perecido del todo. Hay muchos dominicanos que saben ser generosos sin preguntar cuanto ni a quien. Hay gentes, nacidas en esta tierra dedicadas a enseñar y cuidar a los màs pobres. Son miles y miles de jòvenes de ambos sexos que haciendo de tripas corazon, estudian, trabajan y trabajan, estudian
No todo està perdido. Se afana por engrandecer la patria desde àngulos diferentes.Esos esfuerzos se notan y triunfaràn, con todo y la negra noche que nos asfixia...
Parece como si fuera una procesiòn de luto y macabra, los niños que desandan las calles de Santo Domingo. Sucios, harapientos, drogàndose con cemento. No conocen papà, ni mamà, ni hermanos, ni trato de gente. Duermen donde les coja el sueño: un banco del parque, la acera, un zaguàn que encuentran abierto o preferiblemente las cuevas del malecón. Antisociales por naturaleza, ¿Còmo van a querer una sociedad que ha sido tan impìa con ellos? Treinta, cincuenta, sesenta mil (¿?) jamàs se sabrà su nùmero. Caòtico, lamentable, ¡vergonzante!.
Los ancianos. Los que han tenido la excelente fortuna de sobrepasar la edad adulta y ver, con su salud acerado o tambaleante, no importa, sus septuagèsima dècada, sus ochentaitantos, son maltratados. No hay respeto. No se les considera, deficientes las instituciones de servicios para los envejecientes.
Las culles son un peligro pùblico. Hay calles en que proliferan los policìas acostados, (y no dizque los iban a demoler para ahorrar gasolina), todavìa lo estamos esperando-. Parecen generales, sin control. En otras, que debìa haber no los hay ni por asomo. Los hoyos frutos de un latrocinio pùblico irresponsable convierten el andar por nuestras calles en un verdadero peligro.
Ni decir de la renuencia al trabajo honrado. Hombres jòvenes, en edad productiva, fuertes, prefieren tirar por un barranco el machete y la azada para ver a "buscàrsela" a como sea en la capital, y si pueden màs, las yolas, expreso de indocumentados, estàn ahì.
Y si es en el renglòn de la salud pùblica y su centro principal los recintos hospitalarios la situaciòn se pone color de hormiga. No hay garantìa ninguna para la salud a nivel de pueblo. Desorganizaciòn, improvisaciòn, macuteo, abuso con los infelices pacientes. Si es el costo de las medicinas inalcanzables. Si es el servicio de los asegurados, en seguros particulares que se sepa, pèsimo, y nos referimos al trato paciente-mèdico (hospital pùblico) paciente-enfermera es verdaderamente lamentable-
Y si hablar de las càrceles vamos aquello es de miedo. Los recintos carcelarios se han concebido como reeducadores de las asociales. La sociedad, se supone, no pretenda desquitarse del delincuente ya que el mal, y la violaciòn a la ley està hecho, en fin salen peor que como entraron; o no estàn en ellas los que deben estar, o los que estàn si tienen influencia, entièndase $ duran muy poco en el chiquero, y ¡Oh! misterio escapan con una facilidad envidiable.
La poca conciencia y el poco amor que tiene y siente el dominicano, al parecer, por los àrboles es inconcebible. Aquì se cortan àrboles en plena ciudad, en los patios y jardines y en los bosques ni digamos. ¿Es que se le tiene ese amor tan grande al ardiente y calcinante sol?
El problema de la energìa elèctrica no se resuelve, apenas mejora un poco. El problema del agua que ni se resuelve ni se mejora: y asì, de luto, pasan como una procesiòn fùnebre mil cruces por el corazòn de todos, que como ciegos parece no darnos cuenta.
Pero como siempre, junto a la desesperanza hay un destello de luz. Junto al llanto, una sonrisa, detràs de nuestras llagas, se atisban, segmentos en el pueblo, que estàn sanos, libres de la podredumbre y la maldad.
Todavìa hay personas solidarias con el dolor ajeno, capaces de la entrega y el servicio desinteresado hasta el sacrificio. La flor de la generosidad no ha perecido del todo. Hay muchos dominicanos que saben ser generosos sin preguntar cuanto ni a quien. Hay gentes, nacidas en esta tierra dedicadas a enseñar y cuidar a los màs pobres. Son miles y miles de jòvenes de ambos sexos que haciendo de tripas corazon, estudian, trabajan y trabajan, estudian
No todo està perdido. Se afana por engrandecer la patria desde àngulos diferentes.Esos esfuerzos se notan y triunfaràn, con todo y la negra noche que nos asfixia...
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