07 junio, 2007

AHORA ES TERMINATOR II, POBRE ROBERTO....

FUENTE: REVISTA 110
En el mundo de la jardinería, sea pública o residencial, prevalecen tres corrientes: el jardín inglés, que es una concepción romántica de la naturaleza mejorada; el modelo francés con sus trazados, podas y parterres en que interviene la mano del hombre para acicalar el entorno; también el paisaje italiano, en que lo botánico y lo estructural quedan integrados.
Naturalmente, en el marco del paisajismo urbano las tres corrientes coexisten por razones de variedad y para dar oportunidad a las especies según el ambiente que les sea conveniente.
No se estila la monotonía de imponer un tipo de árbol específico a la geografía distrital y mucho menos si la especie es poco atractiva o práctica. Esto se hace evidente en la forma en que se sembraron los arboles para ornamento de la entonces “Ciudad Trujillo”, en una demostración de que la flora urbana obedecía a diseños y criterios que no tenían nada de improvisados, como ocurre ahora con la “palmetización” del Distrito Nacional. Así, durante la dictadura, se establecieron calles emblemáticas de acuerdo a la especie predominante: las canas del Malecón, los flamboyanes de la Doctor Delgado, los laureles de la Independencia, robles en la San Martín o Amapolas de la antigua Ave. México,
Los argumentos para destruir la floresta urbana existentes no pueden ser más baladíes y falsos, como el de que los árboles que han sido talados rompen las aceras. Uno se ríe de esta justificación porque, realmente, quienes viven rompiendo aceras son los contratistas en las frecuentes remodelaciones. Además, las municipalidades avanzadas lo que hacen es poner un encamisado previo a la siembra para forzar las raíces hacia abajo.
El caso del Cha Chá es interesante, pues sus raíces no hacen daño a las aceras y entonces se inventan el cuento de que es una especie que se astilla. El pecado del cha chá es que fue la especie que se sembró durante la sindicatura del doctor Peña Gómez y se quiere borrar esa memoria botánica.
Si el problema es que los árboles cortados son problemáticos porque echan hojas, entonces el ayuntamiento debió sembrarlos de plástico...
De todos modos, si como dijo el síndico del Distrito Nacional, la intención de la arborización mediante palmas era conferir belleza al paisaje urbano... ha fracasado sonoramente ¡qué feo!
Para ser honestos, se escogió la palma porque es una especie que resulta más fácil de trasplantar. No es fácil hacerlo con un Samán y aunque el síndico del Distrito ha defendido su plan con el argumento de que estaba aprobado desde el 2004, no se explica entonces porqué no se procedió a crear con tiempo los viveros, para que en tres años las plantas estuvieran en condiciones de sembrarse a un costo mínimo.
Pero el valor mínimo no parece ser la preocupación. Cuando uno observa lo abigarradas que están sembradas las palmas frente al centro Olímpico, se sospecha de inmediato que lo que hay detrás del “Plan de Arbolado” es un gran negocio, pues se está violando de manera consciente lo que es la práctica de agricultura de proveer un espacio razonable entre las plantas para evitar la competencia entre ellas. Parecería que lo que se deseaba era una “empalizada” de palmas que justificara una compra masiva.
Mariana Szabó, coordinadora del Plan Santo Domingo Verde, no ha explicado el porqué de la siembra en exceso ni ha hablado de la garantía de los proveedores de la supervivencia de las especies sembradas, pues muchos no podrán enraizar y se secarán, perdiéndose los miles de pesos que costaron. La empresa suplidora ¿devolverán la suma pagada?
La complicidad de las autoridades de medioambiente es notoria, pues se trata de una depredación por partida doble: el desmoche de los árboles tradicionales de la flora capitalina, así como el descuaje de las palmas. Esto quiere decir, que los ecosistemas de las palmas en sus lugares de origen fueron destruidos.
Si hay algo que se ha demostrado en la controversia es que los capitaleños aman su ciudad con sus paisajes tradicionales y el precio de depredación impuesta será cobrada.
El síndico Esmérito Salcedo Gavilán, acostumbrado a la simpatía que siempre ha despertado, no esperaba que su imagen política iba a ser sacudida y puesta al borde del despeñadero.

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