09 septiembre, 2010

EL GRAN (Y JOROBADO) DINOSAURIO ESPAÑOL....

Reconstrucción del dinosaurio carnívoro 'concavenator', cuyo esqueleto fósil se ha descubierto en Las Hoyas (Cuenca).- RAÚL MARTÍN

Hallada en Cuenca una nueva especie carnívora que vivió hace 125 millones de años
ALICIA RIVERA
Madrid 08/09/2010
Un dinosaurio de un género y una especie completamente desconocidos hasta el momento siempre es un descubrimiento que causa sensación en la paleontología mundial. Ahora un ejemplar de buen tamaño, carnívoro y con una extraña joroba, ha sido descubierto en Cuenca, en el yacimiento de Las Hoyas. Vivió hace 125 millones de años y es el dinosaurio más completo que se ha encontrado en España, afirman los investigadores. Con sus seis metros de largo, el nuevo ejemplar conquense, un animal adulto, era cuatro veces mayor que los ágiles y temibles velocirráptores que salían en la película Parque Jurásico. Y este es mucho más antiguo.
El esqueleto fósil se presenta hoy en lugar destacado en la prestigiosa revista Nature con un artículo firmado por los tres científicos españoles que lo han encontrado y estudiado (Francisco Ortega, Fernando Escaso y José Luis Sanz).
El dinosaurio, carnívoro, ha sido bautizado científicamente Concavenator corcovatus y apodado Pepito pese a ser un animal adulto. El propio nombre oficial, que significa Cazador jorobado de Cuenca, aporta datos interesantes sobre el animal: "Era un depredador, que cazaría sin hacer ascos a la carroña que se encontrase, como los leones actuales", explica Sanz, especialista español en dinosaurios reconocido internacionalmente.

Fósil del nuevo dinosaurio carnívoro 'Concavenator'- SANTIAGO TORRALBA
En cuanto a lo de jorobado, es un rasgo peculiar y sorprendente del concavenator, porque no se conoce en ningún otro dinosaurio, aunque algunos de estos animales prehistóricos tenían una estructura dorsal que podría tener una función termorreguladora, como un radiador. En el caso de Pepito los científicos no saben para qué le servía la joroba.
El nuevo dinosaurio español destaca no solo por su novedad, su tamaño y su excelente conservación, sino porque aporta información inesperada sobre la historia de este tipo de animales del Cretácico inferior. Pertenece a los carcadorontosaurios, una familia de dinosaurios que se consideraba hasta hace no mucho original del hemisferio Sur. El hallazgo de un ejemplar de esta familia en el Reino Unido hace unos años y, ahora, el muy completo fósil de Las Hoyas, ambos muy primitivos y en el hemisferio Norte, exige rectificar la idea que se tenía de su trayectoria evolutiva y geográfica.
Otra peculiaridad de este dinosaurio son unos bultos que se distinguen en el hueso del antebrazo, que son similares a los que sirven de punto de inserción de las plumas remeras en las aves actuales. Está claro que Pepito no volaba, pero "la presencia de los pequeños bultos en la ulna [equivalente al cúbito de los humanos] de concavenator indica que este dinosaurio conquense ya tenía estructuras en la piel que constituyen un estadio ancestral de las plumas de las aves", explican los científicos.
No hay que olvidar que, como han demostrado los fósiles hallados en Las Hoyas desde hace unos años -y, paralelamente, en yacimientos de China-, los dinosaurios no se extinguieron hace 65 millones de años (probablemente como consecuencia del impacto de un gran meteorito en la Tierra), sino que algunos de ellos, los voladores, lograron sobrevivir y acabaron siendo los pájaros actuales.
Pepito apareció hace ya varios años y supuso desde el primer momento una sorpresa para los paleontólogos, pero han tardado bastante tiempo en recuperar y conservar los huesos fósiles de las planchas de roca en que estaban incrustados. "Es un trabajo minucioso, con instrumentos como los de dentista, para ir retirando la roca sin llegar a tocar el fósil", explica Sanz.
Francisco Escaso, Francisco Ortega y José Luis Sanz (de izquierda a derecha) estudian el fósil del concavenator Pepito.- UAM / UNEDRAÚL MARTÍN
De esta operación se han encargado sobre todo Ortega y Escaso (de la UNED), en el Museo de las Ciencias de Castilla-La Mancha, en Cuenca, donde ahora está el ejemplar. El esqueleto está aplastado y acostado hacia su lado izquierdo y la roca en que reposa estaba fragmentada en varias losas, por lo que su reconstrucción fue, lo primero, "como montar un rompecabezas en tres dimensiones", recuerda Sanz, catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid. "Al principio pensamos que podría ser un reptil marino, un gran cocodrilo, o un dinosaurio", añade.
Los restos del concavenator destacan por su excelente estado de conservación, una característica que resulta singular en las condiciones del yacimiento de las Hoyas, poco favorables a la preservación de esqueletos grandes. Pepito, para suerte de los científicos, se ha conservado sin esos problemas y se aprecian en sus huesos detalles de las escamas de las patas y de la cola.
Cuando la serranía conquense era una marisma subtropical
El hábitat de la nueva especie de dinosaurio era un humedal, una marisma con altibajos en el nivel de agua, con una estación seca y una húmeda en un clima subtropical, deducen los científicos a partir de la información que van recabando. Tendría un tapete vegetal no necesariamente tupido, con grandes helechos arbóreos y los bosques de coníferas rodearían el humedal. Ahora, 125 años después, este espacio es la Serranía de Cuenca.
De aquella época, el Cretácico inferior, son las primeras plantas con flores, tal vez acuáticas. En cuanto a otros animales, el concavenator Pepito compartiría territorio "con una cohorte enorme de insectos de todo tipo, voladores y terrestres", explica el experto José Luis Sanz. También habría abundantes peces, cangrejos, lagartos... Por allí estarían, además, las aves primitivas como Iberomesornis -del tamaño de un gorrión-, cuyos restos fósiles catapultaron el yacimiento de Las Hoyas a la fama internacional de la paleontología.
Otro habitante de la zona sería el Pelecanimimus, un dinosaurio terópodo de unos dos metros y medio de largo, más pequeño que Pepito, también descubierto en el rico yacimiento conquense.


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