12 junio, 2008

SANTO DOMINGO....UN BASURERO...

Uno de estos fines de semana cuando paramos en una esquina esperando el semàforo se pusiera en verde alcanzamos a leer en la portada de un periòdico matutino algo asì, como que la Ciudad de Santo Domingo le resultaba hostil a los turistas.....¡¡y oh sorpresa!!, leìamos esta mañana en el "Listìn Diario" el siguiente titular: "MANÀ PIDE A DOMINICANOS NO TIRAR BASURA EN LA CALLE"... ("de afuera vendran que verdades te diran"...dirìamos parodiando el dicho aquel).

La cruda realidad es que la Ciudad Primada de Amèrica, Santo Domingo de Guzmàn, nunca ha tenido la buena fortuna de ser una ciudad higiènica, casi nunca, desde su trazado primigenio y fundaciòn, por Fray Nicolàs de Ovando en los amaneceres del S. XVI- 1504, ò 1506.
Puès tenemos que despuès del descubrimiento habrìan de pasar unos 12 ò 14 años hasta que se fundara, ya que era impostergable esa necesidad para tener de este modo, un punto geogràfico y polìtico de partida a la vasta e interminable labor conquistadora y colonizadora que le esperaba.
Una vez establecida la ciudad del lado Oeste de la rìa del Ozama, ya que la fundada en un principo, al lado Este la volò un ciclòn, cobrò notoriedad por su limpieza, ornato e importancia polìtico religiosa, que podemos decir que fue por espacio de màs o menos sesenta años el punto neuràlgico de todo el Continente Americano y sus inacabables islas.

Sus conventos y monasterios son convertidos en centros de enseñaza elitista, puès solo se admitìa en ellos los hijos de los caciques, y otros grupos tribales importantes de la Isla. En esos pretèritos años, la nitidez y la limpieza de las calles empredradas; de sus iglesias y casas señoriales, primorosamente alzadas en bloques de piedras de las que todavìa se conservan algunas, restauradas y consolidadas.

Cuando corre la voz entre los aventureros, colonizadores y conquistadores que en tierra firme habìa màs riqueza minera y humana, fuimos siendo entonces abandonados, primero por iniciativas particulares, despuès por decretos reales, lentamente, entonces comenzò el imperio, la tiranìa de la pestilencia; y el descargo de la sucieza a hacerse dueña y señora malèfica de esta ciudad de los Colones.

Asì fueron transcurriendo los siglos de la colonia, en medio del abandono total, del descuido imperdonable, las calles se convirtieron en un vertedero espontàneo de todos los desechos y de todas las porquerìas, como estaban adoquinadas eran puro lodo, mezcla de excrementos de animales y humanos. Los gobiernos fuertes que habìa, poco o nada hicieron por adecentar la ciudad de sus fètidos olores, de su maleza , de su basura.

Cuando la primera invasiòn de los americanos, una de las cosas que a las tropas interventoras les llamò mas la atenciòn, era el estado de suciedad y abandono de la capital, la carencia total de desagües, de higiene, amèn por supuesto del espìritu levantisco, insubordinado y desorganizado de muchos de sus habitantes.
Sòlo con el advenimiento de la dictadura de Trujillo fue que la capital se la adecentò, a los 18 dìas de tomar posesiòn entrò el ciclòn de San Zenòn, que fue la oportunidad òptima, no sòlo para rehacer, sino tambièn para limpiar y hermosear la ciudad.

Y asì dentro de las ideas urbanìsticas predominantes en esa època, Santo Domingo con su casco colonial y sus hermosos sectores de Gazcue, Lugo, Primavera, San Juan Bosco, eran una tacita de plata preciosa, limpia, ordenada. Claro a un costo demasiado caro. A un costo caro que no estamos dispuestos a volver a pagar, sì estamos demandando una Santo Domingo higienizada...

¿Han visto ustedes la real condiciòn de la ciudad de Santo Domingo, Primada de Amèrica de finales de siglo y comienzo de un nuevo milenio?...¿Ha observado con detenimiento su aspecto lastimoso, sucio, repelente?...¿No le entristece ver a la primera ciudad que se fundò en esta Amèrica convertida en una gigantesca cocina?...Una señora cocina, con todas las de la ley, ya que no hay esquina de Santo Domingo, ni parque o plazoleta donde no se estè cocinando algo para vender. En enormes pailas humeantes ve usted por todos los sitios, de esta añosa, ciudad, mujeres y hombres preparando sazones, haciendo ensaladas, removiendo la carne guisada o el pollo con cucharones, mujeres y hombres y niños por igual. Fritos verdes con chicharrones o pollo, yaniqueques de las màs variadas formas, simples o rellenos de queso, salami, vegetales. Con el humilde yaniqueque se hacen maravillas, donde quiera pizzas, donde sea chimichurris.

Pues bien la gran cocina de Amèrica se llama Santo Domingo, a donde quiera que usted vaya. Donde sea que entre, ve usted y huele algo ralativo al yantar en plena calle.
En parques, frente a los cines, delante de los hospitales, a tal extremo que hemos llegado a creer que el dominicano ha desarrollado anti-cuerpos especiales para autoprotegerse de tanta sucieza, ya que sòlo una mala educaciòn cronica, y una mal formaciòn cìvica, tanto en los ciudadanos como en las autoridades, ha dado piè a que la situaciòn sanitaria de la ciudad capital sea lo que es, en tèrminos generales, un asco.

Como espacioso sucio comedor que es toda la ciudad de Santo Domingo, tambièn se bebe en abundancia. El consumo de bebidas alcohòlicas es alarmente. No hay esquina con un colmadòn donde no se saquen sillas afuera y se beba no importa el dia, esa es nuestra ciudad de hoy, un comedor al aire libre entre el fango de las cunetas, el polvo, los gases venenosos de los autos, los perros viralatas, las cucarachas y ratones. Hemos crecido urbanisticamente sin estar adecuadamente desarrollados y ese es el mayùsculo desorden citadino que hay.

Sèpase que el hombre rechaza la sucieza por educaciòn.- La costumbre de ver las cosas limpias en casa, de que nos obligaron a bañarnos de pequeños, de contempar en la escuela, en la iglesia, en la calle el orden y la higiene nos enseña a amarla y valorarla en su grandeza.

Sòlo un pueblo acostumbrado a la fuerza y al terror, por su carencia de conceptos claros, es que, fruto de esa misma imposiciòn arbitraria mantiene su ciudad limpia, segùn cuentan las personas que vivieron esa època cuando Trujillo, la ciudad relucìa, no porque los ciudadanos fueran mas respetuosos de las leyes y amantes de la higiene, no, sino por miedo.

La suciedad que no vieron esas personas y que hoy viven para contarlo, tienen la pena de tener que convivir con ella, no se puede alegar el crecimiento de la ciudad, lo que pasa es que si efectivamente la ciudad creciò y sigue creciendo, tambièn junto a ella ha crecido nuestra falta de sensibilidad ciudadana.

Es inconcebible un hombre, interiormente armonioso y en paz consigo y los demàs que viva en medio de la porquerìa...Es inconcebible un paìs que se considere civilizado y que se enorgulleza de sus gestas, de sus hèroes y artistas. Un pueblo que ame su historia y pedacito de tierra que le ha tocado en el globo, pueda ser un pueblo puerco, asì como suena, puerco, indolente, que le importe ver sus calles inundadas de basura y hacer de cualquer espacio abierto, el primero que encuentre, un vertedero de cuanta inmundicia pueda existir.

Como es de suponer todo esto exige una habituaciòn. Para habituarse a algo hay que ser instruìdo en ello, y persuadido de su importancia. Cualquier campaña, por activa y sacrificada que sea, a favor de la limpieza de la ciudad, caerà en saco roto si cada ciudadano no està convencido de que la limpieza no es un snob, sino una ley de la propia madre natura.
Limpieza que debe comenzar por dentro, en nuestra psique, ser limpios es hermoso, la limpieza es maravillosa y fragante, Santo Domingo deberà volver a ser la ciudad màs limpia del continente Americano.
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Clip para ver el artìculo:
http://www.listindiario.com/app/article.aspx?id=62212


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