27 septiembre, 2007

TEXTO INTEGRO DEL DISCURSO DE LEONEL FERNANDEZ EN LA O.N.U.


Señor Presidente
Señor Secretario General
Señores Jefes de Estados y de Gobierno
Señores Ministros de Relaciones Exteriores
Señores Representantes Permanentes
Señoras y Señores

En nombre del Gobierno y del pueblo de la República Dominicana, nos complace extender nuestras más cálidas felicitaciones al Señor Presidente, doctor Srgjan Kerim, de la República de Macedonia, por su reciente elección, al tiempo que aprovechamos esta oportunidad para expresar nuestros saludos a los miembros integrantes de esta Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas.

En los cuatro años subsiguientes a la Cumbre del Milenio del año 2000, la República Dominicana experimentó una crisis en la que la moneda nacional sufrió una devaluación de un 100%; la clase trabajadora tuvo que duplicar sus esfuerzos solamente para satisfacer necesidades básicas de subsistencia; el narcotráfico y los altos índices de criminalidad ganaron fuerza; y nuestros niveles de credibilidad a nivel mundial se desplomaron.

De acuerdo a las estadísticas del Banco Mundial, del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), más de 1.5 millones de los 9 millones de dominicanos cayeron en los peores niveles de pobreza. En aquel momento, nos encontrábamos en presencia de una de las crisis más dramáticas de la historia contemporánea de la República Dominicana.

Desde que asumimos la conducción de la actual administración en el 2004, la República Dominicana ha podido recuperar la confianza de inversionistas y de agentes productivos. Hemos podido reactivar el crecimiento económico. Hemos logrado reducir la inflación. Aumentamos el empleo y mejoramos las condiciones sociales y la calidad de vida del pueblo dominicano.

Pero, justamente, cuando empezamos, como el ave Fénix, a emerger de nuestras propias cenizas, un oscuro panorama internacional amenaza con ensombrecer nuestras perspectivas de futuro desarrollo.

En estas últimas semanas, por ejemplo, el petróleo ha alcanzado precios sin precedentes en los mercados internacionales y los pronósticos son de que continuará aumentando. Esos incrementos están asfixiando nuestras economías.

De igual manera, en los últimos tiempos, como resultado de cambios en el panorama internacional, las empresas de zonas francas de la República Dominicana, al igual que las de México y de Centroamérica, han ido perdiendo competitividad frente a las de los países asiáticos.
Resultado de esa falta de competitividad es la perdida de empleos, el estancamiento de la producción y la falta de nuevas inversiones.

Pero, Señor Presidente, al tiempo que sube el precio de petróleo y se producen esos cambios en las cadenas globales de valor, también, de manera inesperada, nos vemos afectados por una escalada alcista en los precios de los alimentos.

De repente, nos sorprende la noticia de que por la eliminación de los subsidios de exportación en Europa, el precio de la leche se ha disparado en los mercados internacionales.
Lo mismo ocurre, aunque por diferentes motivos, con los precios del maíz, la soya y el trigo, entre otros productos que tienen que ver con la dieta básica de una familia.
Debido al incremento del precio de estos productos, también aumenta el precio del pollo, el pavo, el pan y los huevos.

Como puede apreciarse, Señor Presidente, estamos ante una situación muy peligrosa, que podría conducir a nuestros pueblos a una hambruna generalizada, y por consiguiente, hacia la catástrofe y el hundimiento en la pobreza extrema.

Todo esto se ha convertido en un círculo vicioso que ha producido una ola expansiva a través de toda la cadena alimenticia mundial, mientras que, aún en medio de una prédica de libre comercio, se protege a los productores de los países más poderosos de la Tierra.

Un agricultor norteamericano, para citar un ejemplo, tiene acceso a equipos con tecnología de punta, las más modernas instalaciones y personal con alta capacidad y preparación técnica. Recibe, además, subsidios gubernamentales de aproximadamente setecientos cincuenta mil dólares (US $750,000) por año; y en adición a todo esto, puede producir una libra de maíz a sólo 7 centavos de dólar.

Mientras se genera esa situación, Félix David Garcia Peña, un productor, también de maíz, que pertenece a la Asociación de Agricultores de San Juan de la Maguana, en la región sur de la República Dominicana, cerca de nuestra frontera con Haití, lucha sólo para cubrir sus necesidades más elementales y disponer de una vida digna.

Su equipo de trabajo es obsoleto. Su tractor emana bocanadas de humo cuando cada mañana intenta encenderlo. Sus instalaciones se encuentran en estado de deterioro. No recibe subsidio alguno por parte del gobierno, y producir una libra de maíz le cuesta 12 centavos de dólar, casi el doble del costo del subsidiado en los Estados Unidos.

Cuando le preguntamos a Félix la forma en que nosotros, como gobierno, podríamos ayudarle, respondió: “Yo no quiero nada. Todo lo que quiero es comercio justo para poder vender mi maíz”.

La realidad es que estos retos de la globalización están impactando de manera sensible a países como la República Dominicana. Lo que estamos experimentando es el carácter interdependiente que en la actualidad tienen los fenómenos internacionales. Lo que aparenta estar distante o remoto, tiene sin embargo, una incidencia directa en el desempeño de la vida cotidiana de nuestros pueblos.

Otro ejemplo que evidencia esta forma en que todas las naciones están unidas en el planeta, lo constituye el tema relativo al cambio climático. No es un tema nuevo en nuestras discusiones en esta Organización, pero cada año que pasa nos coloca más cerca de los cataclismos pronosticados.
En la República Dominicana, ya estamos sufriendo el impacto del cambio climático de diferentes maneras: una mayor volatilidad y frecuencia de las inundaciones, sequías y huracanes que destruyen nuestro eco-sistema, nuestra bio-diversidad y nuestras infraestructuras.

También, hemos visto incrementarse la erosión de las costas y la pérdida de playas, así como el cada vez más frecuente blanqueamiento de sus bancos coralinos, reduciéndose así la diversidad biológica de nuestros mares y los atractivos para el turismo.

Debido a todas estos retos que la globalización nos presenta, en un país como la República Dominicana nos preguntamos donde esta la solidaridad internacional, donde esta la cooperación entre los pueblos, como es que vamos a enfrentar juntos todas estas calamidades que afectan a la mayoría de los pueblos del mundo.

La verdad, Señor Presidente, es que no puede haber solidaridad cuando hay quienes en el mundo pretenden acumular riquezas en base a la tragedia de los demás. No puede haber cooperación, Señor Presidente, cuando hay gente que sólo piensa en hacer negocios, sin tomar en consideración el dolor y la angustia de quienes sufren.

Para promover la solidaridad y la cooperación fue creado el sistema de las Naciones Unidas, y justo es reconocer que no hay ninguna otra organización a escala planetaria que disponga del prestigio, la capacidad y la vocación de servicio de los integrantes de este organismo mundial.
Pero también este gran foro de la humanidad, que surgió luego de la gran hecatombe que significó la Segunda Guerra Mundial, tiene que reformarse, si aspira a cumplir con los ideales que le dieron origen, los cuales se encuentran consagrados en la Carta de San Francisco.

Las actuales estructuras de las Naciones Unidas ya no se ajustan a los tiempos actuales. Todavía sobrevive una forma de organización que se corresponde al período de la Guerra Fría, a pesar de que en estos momentos la humanidad ha dejado atrás aquella época en que todos los acontecimientos de relevancia estaban determinados por la rivalidad entre dos grandes superpotencias.

Ahora, en pleno siglo 21, desde la República Dominicana no acabamos de entender por qué siempre el Presidente del Banco Mundial debe ser un norteamericano, el director general del Fondo Monetario Internacional, un europeo, y las grandes decisiones mundiales asumidas sólo por cinco países.

Como miembro fundador del sistema de las Naciones Unidas, República Dominicana aspira a ser miembro no permanente del Consejo de Seguridad. Con ello, pretende ser una voz en favor de los débiles, de los desprotegidos, de los desamparados, de los condenados de la Tierra.

Sólo a eso aspiramos, Señor Presidente. A asumir con responsabilidad, convicción y determinación los valores y principios con que esta Organización ha pretendido siempre constituirse, en un faro de luz en favor de la paz, la dignidad de los seres humanos y la convivencia civilizada entre todos los habitantes del planeta.

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