25 mayo, 2011

EL INFIERNO DEL VIOLADOR......

25 Mayo 2011 - 4:48 pm
Por: Gustavo Páez Escobar
Foto: Fuente externa


En las altas esferas de París se sabía que Dominique Strauss-Kahn, director del Fondo Monetario Internacional, era un desenfrenado seductor de mujeres.

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Un enfermo sexual. Cuando el presidente Sarkozy conoció la noticia de su arresto en Nueva York con la acusación de haber abusado de la camarera del hotel donde se hospedaba, exclamó: “Yo se lo advertí”.
Antiguos exalumnos cuentan que Strauss-Kahn poseía un verdadero poder de seducción ante el grupo de sus compañeras de estudios. Con motivo del escándalo actual, han salido a colación sus enredos con la periodista y escritora francesa Tristane Banon, de 31 años, quien manifiesta que intentó violarla en el 2002, y tan bien lo conoce, que lo califica como “un chimpancé en celo”. En el 2008, Strauss-Kahn tuvo un escándalo similar con la economista Piroska Nagy, empleada del FMI en África.
Siempre que él llegaba a Nueva York llamaba a la empresaria del sexo Kristin Davis, conocida como la ‘madame’ de Manhattan, para contratar los servicios de prostitutas de lujo, a quienes “solía pagar 2.400 dólares por una sesión de dos horas”. Una de esas chicas revela hoy que se trataba de un hombre rudo y agresivo, que parecía siempre enfadado. En París, la inclinación del alto ejecutivo por las mujeres era un secreto a voces. Un donjuán insaciable, que venía trastornado por esa aberración desde su juventud. Falta saber si alguien de su círculo social o familiar, incluido el presidente Sarkozy, le aconsejó alguna vez que se sometiera a un tratamiento siquiátrico.
El hecho de estar casado por tercera vez, a sus 62 años de edad, pone de manifiesto una inestabilidad emocional. Su esposa actual, la periodista francesa Anne Sinclair, ha mantenido una actitud prudente, y puede pensarse que ella es la mayor lesionada en estos episodios borrascosos. Por lo pronto, la detención de su marido en Nueva York le trae una gran incomodidad. Casi vergüenza pública.
Situado en los altos niveles del poder y de la situación económica, el brillante director del FMI se solazaba con los placeres que le dispensaba su buena estrella. Entregado a la buena vida, no reparaba en medios para satisfacer sus extravagancias sexuales. Todo pretendía comprarlo con el dinero y la fama. Incurría en los mayores exabruptos y cada vez cometía mayores torpezas. Como nada le sucedía en esta serie de atropellos, seguía adelante.
Hasta que se tropezó con la severa ley norteamericana que puede decretarle una prisión superior a veinte años si se comprueban los varios delitos que se le imputan en el caso de la camarera: intento de violación, sexo criminal y abuso sexual, tocamiento a la fuerza y retención ilegal. Su implacable apetito sexual, que algún siquiatra ha debido moderarle si él hubiera buscado la cura, se convirtió en su talón de Aquiles. Sharon O’Hara, experta en patología sexual, dice que esta debilidad aumenta con el poder y se vuelve una característica sicópata. La mente así alterada piensa para sus adentros: “se hace lo que quiero, cuando quiero, porque soy muy poderoso”.
Strauss-Khan, dos veces ministro y que llevaba las de ganar como posible sucesor de Sarkozy, era uno de los hombres más influyentes del mundo. Su desempeño en el FMI no podía ser más brillante. Su imperio se derrumbó en un instante y ahora parece una fiera enjaulada. Se siente desgraciado. El hombre adicto al sexo arruinó su vida al protagonizar la escena escabrosa con la camarera Nafisatu Dialo (hasta ayer un ser anónimo) en el hotel Sofitel de Manhattan.
Este capítulo bochornoso lanza un mensaje moralizador al mundo entero. En Colombia, cada hora son agredidas nueve mujeres en materia sexual. Según encuesta realizada por el Sensor Yanbal 2011, el 76 por ciento de las mujeres que trabajan son víctimas de acoso sexual. Luis Alfredo Garavito, el llamado ‘monstruo de los Andes’, abusó de 168 menores de edad y luego los asesinó. Condenado a 40 años de cárcel, hay peligro de que salga libre en pocos años. En cambio, en Estados Unidos un violador en serie es castigado con 200 o más años de prisión.
Está sobre el tapete la propuesta de la senadora Gilma Jiménez para que los violadores sean condenados a cadena perpetua.

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