El director de la principal compañía de seguridad de Haití justifica las ejecuciones de delincuentes en plena calle ante la inoperancia policial y la peligrosidad de los bandidos
FRANCISCO PEREGIL (ENVIADO ESPECIAL) Puerto Príncipe 19/01/2010
Miles de antiguos reclusos andan sueltos por Haití desde que el terremoto destruyera parte de las principales cárceles de Puerto Príncipe. La cárcel que quedó en pie en el barrio de Carrefour está repleta. Y las otras destruidas. Cientos de policías murieron y los presos se han organizado. Ante la inoperancia de una policía demasiado joven y desmotivada, las compañías privadas de seguridad imponen su ley en la calle. Con la connivencia de las autoridades.
FRANCISCO PEREGIL (ENVIADO ESPECIAL) Puerto Príncipe 19/01/2010
Miles de antiguos reclusos andan sueltos por Haití desde que el terremoto destruyera parte de las principales cárceles de Puerto Príncipe. La cárcel que quedó en pie en el barrio de Carrefour está repleta. Y las otras destruidas. Cientos de policías murieron y los presos se han organizado. Ante la inoperancia de una policía demasiado joven y desmotivada, las compañías privadas de seguridad imponen su ley en la calle. Con la connivencia de las autoridades.
"El Director General de la Policía nos ha dicho que no hay sitio para los presos en las prisiones que han quedado en pie y que sólo hay un lugar seguro para ellos. Y ése sitio sólo puede ser el cielo", explica con una gran sonrisa Stanley St. Louis, director de la compañía privada de seguridad Pap Security, la principal, según él, de las 20 que operan en Puerto Príncipe. Antes del terremoto contaba con dos mil hombres a sus órdenes, ahora son 1.600. Entre sus clientes se encuentra las propias fuerzas de la ONU y embajadas como las de Japón y Canadá.
"El director general de la policía no ha dicho oficialmente que se ejecute a los delincuentes, pero lo ha dicho", continúa St. Louis. "La policía está desarbolada. Es imposible saber cuántos quedan. Unos han muerto, otros están heridos y otros han desertado. Algunos se han ido a otras provincias en busca de sus familias. Mientras tanto, los bandidos se han organizado y han intentado varias veces liberar a sus socios en la prisión de Carrefour. Ese centro se ha reforzado con policías y, de momento, están resistiendo. Pero son muy peligrosos. Van armados con machetes y pistolas. Roban en los comercios del centro y, después de tantos años en la cárcel, están violando a muchas mujeres. Yo sé que se están matando a algunos de ellos después de esposarlos con las manos a la espaldas. Mis hombres no lo han hecho, pero sé que se hace".
Stanley St. Louis, que mide unos 180 centímetros, practica full contact y fue teniente del Ejército Nacional hasta 1994, no cree mucho en la cuestión de los derechos humanos. "Está muy bien todo eso que dicen las organizaciones humanitarias, ¿pero por qué no van a explicárselo a los bandidos. ¿Por qué no les hablan a ellos de los derechos humanos?".
El director de Pap Security cree que al país le puede venir bien la llegada del Ejército estadounidense, pero también teme que surjan nuevos problemas. "Necesitamos el apoyo de los gringos, pero a ellos les gusta tener todo el poder y eso va a ser complicado. Porque van a apuntar a todo el que vean con un arma. A mí mismo si me ven sin ninguna identificación, se pondrán nerviosos y me apuntarán. Ellos no saben distinguir aquí entre buenos y malos".
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