Fuente :La Segunda
Desde el principio los mineros tuvieron claro que contar su experiencia bajo tierra podía valer mucha plata. Y si bien al principio se dijo que todo el dinero iría a un fondo común para mejorar la vida de los "33" y del resto de los trabajadores de la empresa minera San Esteban, actualmente, cada trabajador fija su propia tarifa y el dinero queda para él.
Por ejemplo, Miguel Valenzuela, cuñado de Jorge Galleguillos, aseguró a "La Segunda" que "tiene que haber plata de por medio. El dice que son cuatro millones por cinco minutos de entrevista, pero sólo pueden ser preguntas de lo que ocurrió afuera y nada del encierro. Con esto todos están ganando plata y él no ha visto nada".
Por su parte, el minero Claudio Acuña aseguró que dio una entrevista a la televisión por 20 minutos y que le pagaron un millón de pesos. "Ojo, que estoy cobrando bien barato", acota el hombre.
Jessica Chilla, esposa de Darío Segovia, cuenta que para hablar con su marido por 15 minutos hay que pagar 200 mil pesos. Sin embargo, esto no asegura una entrevista completa. "Sólo dirá algunas cosas, porque el resto se quedó de hablar todo en grupo".
Luis Urzúa, el jefe de turno, indicó que "cada uno es libre de hacer lo que quiera" y que "no podría contestar" lo que ocurrirá finalmente con el dinero que logren con las entrevistas.
Claudio Acuña fue enfático al señalar que "cada uno se queda con lo suyo" y que lo gastará en lo que mejor le parezca.
Otro de los misterios que rodean a la nueva vida de los mineros es si efectivamente harán una fundación con el dinero que obtengan a través de las entrevistas y derechos para realizar libros, películas y documentales, entre otras realizaciones.
Luis Urzúa señaló que "no creo" que se haga una fundación ni un tipo de asociación. ¿Y del libro? Tampoco hay novedades, por ahora.
Yonny Barrios: "Los últimos días todos estaban esperando morir... se había perdido la esperanza"
Yonny Barrios (50), conocido como "el enfermero" y por tener dos mujeres esperándolo mientras estuvo atrapado, reveló en una entrevista a la agencia internacional Reuters que durante el tiempo atrapados "nos cuestionábamos siempre por qué no habíamos muerto, por qué quedamos vivos. Nos resultaba cruel que quedáramos vivos ahí abajo y después tuviéramos que morirnos debilitados, totalmente desnutridos".
La nota señala que el mundo se conmovió al saber que durante los 17 días que estuvieron aislados los mineros sobrevivieron racionando la escasa comida que tenían y conservando el ánimo, pero Barrios reveló que esos días en realidad estuvieron llenos de angustia. "Se perdió la esperanza, los últimos días cuando llegó la sonda (...) ahí todos ya estaban esperando morir", aunque, dijo, pese a esa resignación ninguno intentó suicidarse.
"No hubo momentos alegres", señaló el hombre de baja estatura y pelo canoso que desde los 17 años trabaja como minero, una profesión que heredó de su padre. "El único momento de alegría era llegar arriba, poner un pie en la superficie y ya estaba salvado".
Barrios, quien aún usa los sofisticados lentes de sol que recibieron los 33 para soportar la claridad solar en la superficie, dice que la luz del sol le lastima como una "aguja" pero necesita de ella para fortalecer su piel.
En su barrio, carteles en cartulina que rezan "no te rindas Yonito", "este minero es mío y es el más valiente" o "tú no te mueres porque yo no quiero" indican cuál es la vivienda de Barrios en un barrio de pequeñas casas y calles de tierra.
Según Barrios, durante el periodo que estuvieron encerrados los 33 hubo altercados dentro del grupo pero nunca se llegó a los golpes. "Discusiones hubo como es normal, contacto físico entre dos personas no (...) eso estaba totalmente prohibido".
A su juicio, evitar ese tipo de roces fue una de las mayores prioridades de las dos o tres reuniones que realizaban por día, ya que los golpes podrían haber alterado completamente la convivencia en el encierro.
"En el momento que nos reuníamos se hablaba de las discusiones y la persona que estaba equivocada tenía que pedirle perdón a la otra", apuntó, indicando que las diferencias eran acerca de los plazos para los sondajes o el rescate.
El minero sonríe cuando se le menciona uno de los mensajes escritos en la pared de su casa: "Que rico que ya viene mi Tarzán", escrito por su pareja. Y asegura que fue sólo por una carta que le envió, donde "le dije que tenía que conversar con Tarzán y no con los monos. Después ella me decía Tarzán". (Reuters)
Jimmy Sánchez: "Lo que más hacíamos era dormir"
En la calle donde vive Jimmy Sánchez (19), en la población Esperanza de Copiapó, casi todas las paredes están pintadas con motivos sobre el equipo de fútbol Universidad de Chile. De hecho, frente a su casa hay una cancha de fútbol que tiene pegado un cartel que dice "estamos todos bien en la cancha".
Ayer Jimmy, el más joven de los trabajadores que quedaron atrapados en el yacimiento, aceptó conversar con "La Segunda". Hasta el momento se había negado a dar entrevistas por miedo a ser malinterpretado y que esto le trajera problemas con el resto de los mineros. De hecho, en todo momento está acompañado con su padre, quien lo guía en qué preguntas no debe responder.
Según cuenta, abajo "conversando decidíamos todo".
-¿Pensaron que quizás no los encontrarían?
-No, siempre mantuvimos las esperanzas, de que Dios nos estaba acompañando, que nos iban a sacar de ahí.
Señala que en el día generalmente dormía, o contestaba el teléfono que los comunicaba con la superficie. "Dormíamos a cualquier hora. Lo que más hacíamos era dormir y conversar".
-¿Te hiciste algún amigo abajo?
-Sí, con el Carlos Barrios. Abajo nos conocimos, antes ni nos ubicábamos. Yo me bajoneaba y él me levantaba.
Raúl Bustos: "El prevencionista de la mina daba puras galletas"
Raúl Bustos, el hombre que vivió el terremoto y tsunami en la VIII Región y luego quedó atrapado en la San José, dijo al diario Crónica de Concepción que ese 5 de agosto no debió haber estado en la mina. "Yo tenía que estar afuera viendo unas camionetas a las que les estaba haciendo mantención, pero justo se presentó un problema al interior de la mina y tuve que prestar apoyo".
-¿Cómo recuerda el momento en que quedaron atrapados?
-Todo se oscureció y todos estaban como locos. Yo fui uno de los cinco que estuvieron más cerca del derrumbe, pero no puedo contar mucho por el acuerdo que tenemos.
-¿Qué tal fue la relación entre los 33?
-Había un grupo bien cohesionado, que era el de la empresa que prestaba servicios. Nosotros éramos cinco (junto a Richard Villarroel, José Henríquez, Juan Carlos Aguilar y Juan Illanes) que andábamos para todos lados juntos, aparte que éramos todos del sur. Nos acoplamos muy bien a don Luis Urzúa y a Florencio Avalos. Lo tomamos de la mejor manera".
-¿Sabía los riesgos que había en el lugar?
Los riesgos de primera me extrañaron, porque eran complicados. Yo hablaba con el prevencionista de riesgos y él daba puras galletas. Uno trataba de informar lo que ocurría, pero no había soluciones y las lucas eran buenas.
-¿Volvería a trabajar en una mina?
-Si hay una oportunidad buena, yo no le tengo miedo a la roca. Esto pasó por el estado de la mina. Lo mío es la mantención.
Finalizó indicando que sabe que en su zona hay muchas cosas pendientes tras el terremoto, "porque yo lo viví, y me preocupaba que se olvidara por todo lo que pasaba en la mina. Pero yo donde ande, y si veo autoridades, voy a mencionar lo que pasa en mi zona y los problemas que falta solucionar".
Incluso, dijo,
"he mantenido contacto con 30 mineros y si se da la posibilidad de ir a las zonas con algunos, lo haré".
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