Roland Emmerich, director de las mega producciones «Independence Day» y «El día de mañana», estrena un nuevo filme de catástrofes y nos explica su obsesión por el género
12 Noviembre 09 - Madrid - C. D. Carrón / L. Seoane
12 Noviembre 09 - Madrid - C. D. Carrón / L. Seoane
Es un «tsunami» con piernas, el brazo ejecutor de Nostradamus en Hollywood. Se llama Roland Emmerich y está dispuesto a reescribir el fin del mundo hasta el infinito. En el fondo, nos confiesa que sufre cierta fijación con los diluvios: «Me fascina el mito de la inundación; es la historia más antigua del mundo y está presente en todas las culturas y religiones. Ya mi primera película se llamó “El principio del Arca de Noé”». Ahora se vale de una profecía maya que señaló en rojo y mayúsculas el año 2012 como el final de la humanidad:
«La he usado para dar un toque de realismo; siempre está bien apoyarse en algo que ya existe. Hice lo mismo en “Independence day” con el “Área 51”, pues había gente que ya creía que el Gobierno de Estados Unidos guarda allí sus alienígenas», confiesa. En este nuevo Apocalipsis, el Gobierno oculta que, ante la magnitud de la tragedia, no podrá salvar a todos los ciudadanos, así que realiza una selección para ver quiénes serán el germen de la nueva civilización. Este comportamiento de los políticos es algo también general en la filmografía de Emerich, que, según confiesa, proviene de su escepticismo ante los que gobiernan: «Tengo un alto nivel de desconfianza en los políticos. Cuando una persona es elegida para un cargo, al poco tiempo siente que tiene el derecho de hacer lo que quiere. Es humano, pero resulta muy difícil, incluso para aquellos que quieren seguir conectados a la calle. El problema del terrorismo provoca que tengan que protegerlos demasiado y acaban por aislarse. Por eso sus decisiones, numerosas veces, parecen tomadas desde una burbuja», expone el realizador.
Además de la potencia de sus imágenes –le hemos visto destruir la Casa Blanca, la Estatua de la Libertad, el Vaticano...–, otro de los puntos fuertes de la filmografía de Emmerich es lograr grandes repartos. Ahora cuenta con John Cusack, Amanda Peet, Chiwetel Ejiofor, Thandie Newton, Oliver Platt y Woody Harrelson, entre otros.
Un héroe fracasado
Cusack acaba por asumir el papel de héroe familiar, aunque en el arranque del filme aparezca como un escritor fracasado cuya frustración arrastra a toda la familia. «Quizá necesitemos más héroes», dice el actor, que acostumbra alternar los grandes proyectos con incursiones en el cine más «indie»: «A veces tienes la posibilidad de elegir, otras lo que quieres es simplemente trabajar. No creo que haga mal a ningún actor protagonizar este tipo de películas, es más, te ayuda para luego poner en pie cintas independientes, ya que facilita la financiación». Puestos a pedir, Cusack prefiere «la comedia negra, pues va más con mi visión del mundo». Aunque, de momento, se felicita de que su versatilidad le permita protagonizar desde comedias románticas a títulos de acción. Emmerich precisamente se queja de la escasa gama de géneros que ofrece Hollywood: «No se hacen más que películas bélicas, de superhéroes, de agentes y de ciencia ficción. De estas últimas he hecho algunas, pero donde creo que puedo aportar algo es en el cine de desastres. Aun así, ocho años después, cambiaré de género, pues he logrado capital para rodar “Anonimous”, un filme sobre la verdadera identidad de Shakespeare y la polémica sobre la autoría de sus obras».
Ni Cusack ni Emmerich piensan que este filme vaya a tener repercusión fuera de la ficción: «Espero que no ocurra lo mismo en la vida real, pues tengo muchos planes. La cinta refleja el pesimismo que existe en el mundo. Al fin y al cabo, ésa es la función de las películas», apunta el realizador. Y es que los propios mayas cuestionan la radicalidad de esta predicción apocalíptica. En la mexicana ciudad de Cobá se encuentra la estela de piedra que ha dado origen a los peores presagios. En ella, efectivamente, aparece la fecha que ha inspirado a Emmerich, 21 de diciembre de 2012. Sin embargo, muchos de los mayas que todavía habitan esas tierras no hablan de un efecto tan dramático: «La inscripción refleja el fin del mundo tal y como lo conocemos, pero eso no significa que vaya a desaparecer», asegura Abelardo Chimal May, un maya experto en la arqueología de esta ciudad antigua. Chimal apunta a «fenómenos atmosféricos de efectos devastadores» como el motor que provocará «un nuevo orden mundial».
Para afianzar la veracidad de estas predicciones, el maya recuerda la que, en 1520, también hizo su pueblo: «Se previó la llegada de un hombre extraño a caballo en nuestras tierras que traería terribles consecuencias. Y así sucedió: el que llegó fue Hernán Cortés», explica.
Don Crisanto, chamán de la comunidad maya de Tres Reyes, ofrece una versión más espiritual de las consecuencias de este 21 de diciembre: «Los efectos que sufrirá cada persona dependerán de su preparación interior», subraya. Además, advierte que «durante los tres días anteriores reinará la oscuridad y los árboles se secarán. Solamente los fieles lo superarán sin temor», añade.
A los pies de una de las maravillas del mundo e icono arquitectónico de la cultura maya, Chichen Itza, también se debate sobre la verdad de esta profecía: «En parte, ya se está cumpliendo. Sólo hay que observar el calentamiento de la tierra, el deshielo y otros fenómenos atmosféricos que suceden en la actualidad y que se enfatizarán a partir de esta fecha», dice David Cememay, experto arqueológico de esta zona arqueológica.
Un ciclo de vida
Pero, ¿cómo es posible dar una fecha tan concreta? Según Cememay, «existe un ciclo de vida maya alrededor del cual se estructuraban las cosechas, que comenzó el 11 agosto de 3114 a. C. que es el que termina el 21 de diciembre». Sin embargo, tampoco en Chichen Itza reina el pánico: «Habrá cambios en la tierra, pero no se terminará el mundo». Y, aunque los expertos y líderes espirituales (además de miembros de la civilización maya) no auguran el Apocalipsis para el 2012, ¿quiénes son ellos para echar por tierra el cataclismo ideado por Emmerich?
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