EL ENCUENTRO
Los días siguen siendo exactamente los mismos. Lunes,
martes, miércoles, jueves, viernes, sábado, domingo, y vuelta vez a, lunes,
martes, miércoles…los mismos nombres.
Y en cuanto a los meses por igual, enero, febrero,
marzo, abril, diciembre, y al año siguiente ídem per ídem con idéntica denominación, un número de días
y festividades.
Los días tienen sus horas contadas desde dios.
Veinticuatro y quizás unas décimas de minutos y segundos.
Nada que se note. Ni más, ni menos. A veces esos días
son lluviosos,\ y cae y
cae el agua sin reposo, encharcándolo todo, poniendo en enojosa actividad las
goteras, provocando derrumbes, pudriendo siembras, entorpeciendo el magro
servicio eléctrico , averiando teléfonos, anegando avenidas, impidiendo el
rutinario lavado de la ropa, paralizando actividades, y a la larga enfureciendo
a la gente.
Otras veces esos mismos días, porque son iguales, sólo
abarcan veinticuatro horas, tienen un sol calcinante. El calor sofoca. El polvo
no respeta el más mínimo resquicio, los mosquitos y unas cucarachitas pequeñas
y de pardo color, por igual. No hay reposo. Está uno, siempre todo sudado y
brilloso. A los que duermen siesta se les hace imposible, el descanso nocturno
bochornoso. La ropa molesta y se cansa uno más de la cuenta,
La vida vegetal que nos rodea sigue impertérrita. Las
plantas no cambian por nada del mundo sus ciclos de floración y fructificación.
El cosmos, que nos vela desde hace millones de años, nuestros planetas vecinos,
nuestro candente sol, nuestra taciturna luna, la galaxia “vía láctea”, en la
que está nuestro sistema planetario engastado, y las otras, con sus cientos de
miles y millones de soles y planetas y satélites, siguen invariables sus
elipsis giratorias de rotación y traslación constantes, a través del mismo
trillo espacial, que las terribles y misteriosas fuerzas inducidas en ellos,
por Dios, les han dictado.
Y los animales irracionales, desde la sima insondable,
incomprensible y oscura y bruta de sus cerrazones intelectuales, son todavía
menos incapaces de alterar, en lo más mínimo, sus rutinarias y absurdas
existencias.
Sienten y no lo saben. “Padecen” hambre, sed,
atropellos de todo género, mimos, también, y algunos hasta son valorados, como
caballos, vacas, toros sementales, en cientos de miles de pesos…y ni idea.
Los perros ladran igual. Idéntico es el maullido de
los gatos, el dulce regalos de las abejas, el trino argentino de las aves, el
furioso rugido de las fieras y su zarpaso devastador. Algunos son servidos como
sabrosos manjares. Otros usados en apuestas y competencias. Los hay que sirven
de guardianes segurísimos. Se emplean como transporte y carga. Sirven para
entretenimiento y diversión y lujo, cuando sus pieles se usan en costosos
abrigos o en calzado y carteras.
Y, en lo que respecta al hombre, las mudanzas y
cambios reales y profundos son menos. Los mismos sueños frustrados…Las mismas
inquinas y envidias…Iguales temores…Incertidumbres…esperanzas…deseos de
superación…realizarse en la vida, de vencer el dolor físico, de sobreponerse al
abatimiento interior, de brillo, de progreso, de paz.
Por lo visto todo representa la más solemne, la más
grandiosa, la mas ciclópea sinfonía….¿del aburrimiento?...¿De la
monotonía?...¿de la uniformidad en la variedad, de lo siempre igual?...O no
será acaso una confirmación inequívoca de nuestras insatisfechas
individualidades que no tendrán reposo nunca, tu a tu, lo realicemos con
valiente decisión....