Es la Repùblica Dominicana la abuela de todos los pueblos de Amèrica y cuna de nuestra democràtica hispanidad, siguientdo la proyecciòn luminosa de Juan Pablo Duarte, nuestra pequeña repùblica antillana se ha esforzado en caracterizar y modelar su propia determinaciòn polìtica y luchando contra las hiedras de la ambiciòn y la locura, se ha mantenido indenme a las asechanzas e incorruptible a los apetitos de las pasiones preditorias puesto especial en el sentido de la admirable hispanidad de sus hijos, ya que tuvo que sufrir durante muchos la interpretaciòn de la doctrina.
La historia registra sucesos que tienen al hombre como único protagonista… La historia nos explica quièn es en realidad el hombre, mejor que todos los tratados de Psicología y Sociología juntos…. La historia es el relato de algo que casi fuè en un momento dado, hace cien, mil años, o màs…Digo que es un relato de algo que casi fue, porque la historia sucede en un supuesto presente, porque el “presente” parece ser que es, y nada màs iluso, en realidad casi no es…El presente no existe realmente; deviene…transcurre…pasa de contìnuo. Si hoy dìa entendemos los libros de historia es porque el hombre sigue siendo su actor principal…Su eje motriz es la misma, si no, nos fuera completamente inteligible…absurda….
¿Cómo comprender la traiciòn de Santana a la patria?....Còmo entender los gobiernos de Bàez…el bandolerismo de Desiderio Arias, la nobleza de espìritu de Francisco J. Peynado? ¿Còmo calar las dictaduras de Lilis o Trujillo?. Si ahora prevalecen esas situaciones, aunque el hecho pasado no se hubiese desencadenado en el discurrir del “hoy” de ayer…si no fuera el mismo hombre, està dicho, el actor y el espectador, serìan nulo el entender. Cada hombre es individuo y es universo….Vibramos con la conciencia del yo, y a la vez sentimos el palpitar todo del cosmos.
Sintetizamos la materia inerte, que ni vive, ni siente. Somos sustancias viva insensitiva, como los àrboles; viva, sensitiva como los animales…y viva racional, como sòlo nosotros mismos. Es un misterio inviolable. Un arcano de profundidades insondables: ¿Quièn entiende el ser todo, y a la vez uno?.... Los hechos històricos, sentimos, nos atañen como si hubiesen sucedido en la sala de casa, frente a nuestras propias narices…Los queremos y los repudiamos….Los aplaudimos y los execramos…Nos identificamos con ellos y los repelemos…Actuan con nosotros como hechos personales…
Aunque el tiempo evapora los hechos, como se evapora el agua hirviendo, y cicatriza las heridas màs hondas, los hechos no dejaràn de ser tales. Podrà no haber rencor, y, prevalecer el borròn y cuenta nueva. No vale, lo que pasò, pasò y no lo borra nada ni nadie. Ni un millòn de bombas atòmicas podràn impedir la caida del Imperio Romano de occidente, ni la conducción de Napoleón a la Isla de Santa Elena, o el ajusticiamiento de Rafael Trujillo frente al mar caribe…
Aunque la historia tiende a repetirse el escarmiento no enraiza tan fácilmente, la razòn es muy sencilla, cuando la historia se repite lo hace en otra generaciòn que queda sorprendida en su buena fè.
Juan Pablo Duarte, el hèroe màximo dominicano, no hizo obra inùtil al luchar y coronar con brillo la independencia de nuestro suelo patrio, puès le dio vida a un pueblo amante de su libertad y de imprimirle el rumbo que convino a su destino.
Siguiendo la proyecciòn luminosa de Juan Pablo Duarte, nuestra pequeña Repùblica Antillana se ha esforzado en caracterizar y modelar su propia determinaciòn polìtica luchando contra las hiedras de la ambiciòn y la locura, se ha mantendio indemne a las asechanzas e incorruptible a las pasiones preditorias.
De esta suerte, en el amanecer de nuestra jornada emancipadora, la simiente que lanzara al surco de la libertad la mano taumatùrgica del sembrador, no encontrò arraigo para consolidar el estatuto de nuestra incipiente nacionalidad; por lo tanto aunque el ideal se mantenìa erguido, no por esta circunstancia estaba menos expuesto a las influencias contaminadas, fue entonces cuando el Padre de la Patria, para librarlo de todo oprobio y de toda mancha prefiriò, como un predestinado, emprender el azaroso camino del ostracismo.
Ese ideal, el mismo que sintiò en sus primeras vibraciones de la Trinitaria, cabe en el pequeño rectàngulo de la Plazoleta de la Iglesia del Carmen, despuès de recorrer bajo la protecciòn de esa conciencia inflamada en optimismo las playas hòspitas de Venezuela, retornò con un equipaje de gloria vinculado a los inquietos tiempos de su juventud.
Ese mismo ideal, obligado por la patria y al orden racional de sus instituciones, no podìa morir en Duarte porque era una consecuencia orgànica de su sensibilidad, por lo tanto cuando ya estaba vencido por el tiempo, reconcentrò sus ùltimas energìas para lanzarlo a la posteridad, y con tan dinàmica trayectoria que iba como un viador de generaciòn en generaciòn, nutrido en virtudes y buscando un asilo pròcer que pudiera igualarlo en sus afanes de grandeza. Asì despuès de haber errado como un espìritu nòmada por nuestras latitudes cardinales, cayò satisfecho y confiado en los brazos abiertos de aquel anhelado porvenir.
Mas sin embargo este no fue el malogrado porvenir del año 1885, ni a las caòticas jornadas que tiñeron de sangre y colmaron de ruina nuestra conciencia nacional y mucho menos a las otras posteridades que trataron de hacer intransitables el camino de la libertad, que la naturaleza en sus indeclinables actos de renovaciòn le presenta a la sociedad de los pueblos, nada importan las dècadas fratricidas, los expedientes de mala ley, ni los crìmenes de lesa patria si sus fermentaciones espurias pueden herir para estimularnos hacia el bien o para convertir en abono de actitudes que propendan a la mejora y perfeccionamiento del Estado.
Todas las naciones de nuestra Amèrica hispana han sufrido los dolorosos estragos de la tiranìa y todas han ido relacionando, en la medida de sus fuerzas, hacia la buena ruta que le indica la marcha ordenada de la civilizaciòn.
La Repùblica Dominicana, como sus compañeras, ha pasado a lo largo de su existencia, por las alternativas inherentes a los pueblos que no han alcando mayoridad: las revoluciones, el peculado, las asonadas tumultuarias y los piquetes fusilares le crearon en pasados siglos una reputaciòn que, doloroso es decirlo aniquilaba nuestras riquezas naturales y nos confundìa en tinieblas.
Hoy dìa en que celebramos el 164 aniversario de la fundaciòn de Repùblica, años en que nuestra patria ha pasado por felices y desgraciados momentos, saliendo a flote, estancàndose, esangrentàndose, enaltecièndose en la gloria, enemigos de fuera y enemigos de adentro han confabulado contra esa soberanìa bendita que tanto nos ha costado. Una soberanìa que no es
tal en sentido estricto, pero no deja de serlo, y a la que entre tanto nos aferramos con decisiòn, firmes conscientes de que en el universo de las criaturas inteligentes las cosas son como son y no como nos gustara que fueran, la soberanìa de las naciones en desarrollo y pobres, con mas razòn, tienen, que dentro de la dependencia mantener donde su pueda un equilibrio de dignidad y decoro.
Ciento Sesentaicuatro años no son una cosa del otro mundo en la historia de un pueblo y sì lo suficiente para que crucen sus caminos varias generaciones capaces de asentar tradiciones fundamentales en sus propias experiencias. Nuestras efemèrides Patrias està llena de simbolismos patrios, de ejemplos imperecederos....