Hoy se cumplen cien años de la creación de la Unión Sudafricana, el embrión de la Sudáfrica del Mundial de fútbol, la que desde el fin del 'apartheid' en 1994 ha empezado a asumir un papel de portavoz internacional de África
31.05.10 - 02:31 - DANIEL REBOREDO
HISTORIADOR
El nacimiento y la defunción de las potencias es una cuestión tan antigua como las relaciones internacionales. Cuando terminó la Primera Guerra Mundial desapareció el mundo conocido hasta entonces y surgió uno nuevo en el que el estalinismo soviético fue la principal preocupación de los países occidentales. La crisis financiera que padecemos y el descontrolado capitalismo especulativo que la caracteriza sacuden sin piedad el mundo en el que vivimos y quizás den lugar a un nuevo orden en el que países secundarios hasta ahora adquieran un mayor protagonismo.
EE UU fue desde 1945, y aún lo sigue siendo, la principal superpotencia mundial, aunque sus dos principales iniciativas para crear un orden internacional basado en sus valores, la Sociedad de Naciones (Woodrow Wilson) y las Naciones Unidas (Franklin Roosevelt), fracasaran. El control y la vigilancia mundial ejercida por Occidente llegan a su fin. Nuevas grandes potencias (Rusia, India, China) y potencias emergentes (Brasil, China, India, Rusia, Sudáfrica y la devaluada UE) reclaman un mayor protagonismo en la escena internacional, aunque la hegemonía estadounidense siga siendo incuestionable. Todas tienen vocación multilateralista aunque caminen hacia el desarrollo por senderos diversos (Rusia hereda su pasado imperial; Brasil tiene recursos y defiende un sistema fundamentado en la ONU; China es autocrática y capitalista a la vez; India combina democracia y libre mercado en un país en desarrollo; y, finalmente, Sudáfrica y su descompensado desarrollo que mezcla y padece el primer y el tercer mundo).
De esta última queremos hablar en el presente artículo. De esta y de su milagrosa transición a la democracia, a pesar de los numerosos asuntos que quedan por resolver en el campo de la reconciliación nacional (resarcimiento de las víctimas del 'apartheid' y castigo de los culpables), a pesar de la pasividad de su ciudadanía y a pesar de la fractura que generan en su estructura social y económica los blancos ricos, los negros ricos y los negros pobres. De esta y del centenario de la creación de su primer embrión, la Unión Sudafricana, un 31 de mayo de 1910, después de innumerables vicisitudes históricas desde que el navegante portugués Bartolomé Díaz llegara, en 1488, al Cabo de Buena Esperanza; desde que la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales levantara una fortificación en El Cabo (1652) y se comenzaran a instalar los primeros colonos holandeses; desde que los británicos vencieran a los holandeses en su pugna por la ciudad de El Cabo (1806) y les empujaran hacia el norte, donde crearon las repúblicas independientes de Natal (1840), Transvaal (1848) y del Estado Libre de Orange (1854); desde que los holandeses crearan, en 1857, la República Sur Africana, nombrando presidente a Martin Pretorius; desde el descubrimiento de oro y diamantes en el Transvaal (1869) y las restricciones a la concesión de permisos de explotación que su presidente, Paul Kruger, puso a los británicos; y, finalmente, desde el estallido del conflicto militar (Guerra de los Boers) que asoló la región entre 1899 y 1902 y que finalizó cuando el general afrikáner Jan Smuts aceptó la derrota y los términos de paz plasmados en un Tratado, el de Vereeniging (31 de mayo de 1902), que trajo la paz y la unificación política pero que no eliminó las causas subyacentes que iniciaron el conflicto y que se manifestaron sobre todo durante las dos guerras mundiales.
En cualquier caso, de la guerra y del Tratado de Paz surgió la iniciativa de formar un nuevo Estado federal bajo la tutela de la Comunidad Británica de Naciones. El proyecto se publicó en 1909 y un año más tarde se creó la Unión Sudafricana con las provincias de Colonia del Cabo, Colonia de Natal, Transvaal y Colonia del Río Orange, a las que se sumó la anexionada África del sudoeste alemana (la Namibia actual). Cuando se transformó en una República en 1961, la Unión Sudafricana dejó de existir y es desde entonces parte de la historia de una República que hasta 1994 amparó un sistema de 'apartheid' que aplastó a los negros ya desde 1948, año en el que el Partido Nacional llegó al poder. La implantación progresiva de leyes segregacionistas limitando los derechos de la población negra dio lugar al nacimiento, en 1912, del Congreso Nacional Africano, al que se sumó en 1975 el movimiento Inkatha de Mangosuthu Buthelezi.
Pero sólo las sanciones económicas consiguieron, a mediados de la década de 1980, que los políticos afrikáners introdujeran cambios en su política y fue un miembro del sector duro, Frederik de Klerk, quien inició el camino del desmantelamiento del sistema político de segregación racial (legalización del ANC, del Partido Comunista y de otros treinta grupos políticos en 1990; libertad de Nelson Mandela y otros presos políticos el 11 de febrero del mismo año; reconocimiento de la independencia de Namibia también en 1990; referéndum de 1992 en el que la población blanca apoyó los cambios constitucionales de De Klerk; elecciones de abril de 1994 en las que triunfaría claramente el ANC, etcétera).
El tradicional orden internacional empezó a modificarse a inicios del siglo XXI por la globalización y por el ascenso de nuevas potencias económicas cuyo peso aún no se ha reflejado en la estructura de poder político internacional. Una de ellas es la Sudáfrica del Mundial de fútbol de junio y julio, la Sudáfrica que desde el fin del 'apartheid' en 1994 ha empezado a asumir un papel de portavoz internacional de África, la Sudáfrica potencia media emergente con gran influencia en la resolución de conflictos regionales, la Sudáfrica llamada a ser la potencia continental africana del futuro. Cien años la separan del embrión que la alumbró.
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